28 abril 2006

Frecuencias no moduladas.

Ya no me ocurre tan a menudo como antes, pero desde niño, sentía presencias extrañas, escuchaba voces lejanas o veía figuras o sombras.

Cuando tenía ocho años, una vez miré de frente al sol por unos momentos, y me pareció ver extraños seres cuyas estructuras eran simplemente una especie de esqueletos descarnados, hechos como con un alambre negro que danzaban alrededor del sol, pasaban frente a él, pero jamás me dedicaron su atención o se fijaron en mí, decidí apartar la vista a arriesgarme a que ellos descubrieran mis observaciones de sus bailes privados y que ese hecho les causara algún malestar o enojo.

Nunca más volví a verlos a pesar que de soslayo y como que no queriendo la cosa, dirigía furtivamente o de reojo alguna breve mirada al astro rey.

A los diez años, cierta vez, estaba en las canchas de básquet jugando solo en la escuela primaria, cuando comencé a escuchar cientos de voces, no me hablaban a mí directamente, vamos, ni siquiera hablaban de mí, a pesar de que mantenían diálogos incomprensibles para mi entendimiento, al mismo tiempo sabía que mi presencia les era indiferente, continué jugando y al escuchar que botaba mi balón contra la duela cesaron de cuchichear, sólo para continuar más tarde cuando agotado de tanto salto me retiré del lugar.

Eran unos sonidos extraños, como si murmuraran todos en voz baja las tablas de multiplicar o como si elevaran una plegaria, aunque de repente podía yo apreciar entre todo el barullo algún grito, pero no de susto o de enojo, sino más bien como si alguien alzara la voz para hacerse notar en ese cúmulo de susurros, no me causaron temor y jamás los volví a escuchar.

Estaba ya en la secundaria, cuando ocurrió un eclipse de sol, prevenidos algunos de mis condiscípulos observaban el evento en un charco de agua que reflejaba la luna y el sol, algunos más llevaban radiografías para sobreponerlas una sobre otra y ver directamente el fenómeno, yo había llevado un vidrio obscuro idéntico a los que utilizan los soldadores a fin de ver directamente la interposición lunar.

Cuando la luz comenzó a aparecer nuevamente, pude mirar a simple vista por escasos segundos unas especies como de sombras muy delgadas que flotaban entre nosotros y que comenzaron a hacerse invisibles a medida que el sol iluminaba más.

Hace cuestión de dos años, dormía yo plácidamente en mi cama, cuando comencé a sentir un peso que me oprimía, quise voltear a ver que era, pero aquella cosa ejercía una fuerza demasiado poderosa y no me dejaba moverme, el punto crítico llegó cuando ni siquiera me permitía respirar, pensé por un segundo que moriría asfixiado, así que comencé a hacerme bolita, y bastante enojado –reuniendo y sacando coraje no sé de donde-, le dije con mi más poderoso pensamiento:

- ¡Lárgate de mi cama!, ¡¡Déjame dormir en paz!!

Esa presencia se desvaneció de pronto y así como llegó se fue.

La última vez que estuve en contacto con una frecuencia así, fue en el mes de diciembre de 2005, me acababa de enterar de la muerte de un conocido y durante todo el día no pude apartar de mi mente su recuerdo, esa noche me acosté a dormir, y llevaría yo unos diez minutos durmiendo, cuando sentí una presencia ajena que entraba flotando en mi cuarto.

Era una especie de sombra que trataba desesperadamente de comunicarse conmigo, sólo que no eran palabras lo que emitía ese ente, sino un ruido similar a cuando se corta la señal de un canal en televisión, procuraba meterse a mi cerebro a toda costa, quizá para brindarme un mensaje o dibujarme su forma, yo comencé a concentrarme en mí mismo y pude notar que mi cuerpo empezó a brillar, le dije con el pensamiento en un tono muy enérgico que se fuera y que no se molestara en decirme nada, el ser obedeció y jamás se volvió a presentar.

Me ha dado por llamar a estos “contactos”, frecuencias no moduladas, por el simple hecho de que no puedo entender lo que me manifiestan, aunque al parecer ellos sí comprenden cabalmente mis peticiones.

Todo esto o lo he vivido o lo he soñado, no lo sé, ni siquiera yo podría asegurarlo, pero esos acontecimientos constituyen parte de mi vida en este plano terrestre.


NaCl-U-2


Remo.

26 abril 2006

Eldiumasiosare Cubesare.

- Eldiuma… ¿Qué dice aquí? –me miró con sorpresa directamente a los ojos la chica chabochi.

- ¿Qué no puede usted pronunciar mi nombre?, ¡Vaya, no me sorprende!, ¡Vamos repítalo lentamente!, ¡El-diu-ma-sio-sa-re, Cu-be-sa-re!, ¡Ve, no es tan difícil! –le dije con una paciencia infinita a la enfermera.

- ¿Pero cómo es que usted se llama así?, ¿Qué significa? – me contestó aquella damita vestida de blanco.

- Mire usted, es una larga historia, si tiene tiempo le cuento con lujo de detalle.

La joven aceptó, y yo me dispuse a relatar el origen de mi extraño nombre una vez más; en realidad ya no recuerdo el número de veces que lo he explicado.

Mientras lo hacía, ella procedió a tomarme una muestra de sangre para cubrir el requisito del examen médico a fin de ingresar a la Universidad.

- De sobra está decir que mi origen es netamente rarámuri, el color de mi piel y mis acusados rasgos indígenas así lo demuestran. –le dije con orgullo- Sin embargo ese nombre no pertenece a ningún vocablo de la lengua de mi raza.

Todo inició en Julio de 1989, mi madre: María Tomasa, se encaminaba a la choza de la partera de una ranchería cercana aquí en medio de la Sierra Tarahumara, al parecer yo no alcanzaría a nacer en una cama, sino que lo haría en plena vereda, los dolores de parto eran cada vez más intensos.

Dice mi abuela, que me urgía nacer, faltaba media hora para llegar al lugar previsto para mi alumbramiento, cuando pasó cerca de ahí el padrecito de esta localidad en una camionetota todoterreno, de inmediato se dio cuenta de la situación e insistió en llevar a mi madre y abuela hasta la clínica de Don Teódulo.

Una vez aquí, nací con mayores comodidades que muchos de mi etnia, mi padre insistía en pagar al doctor, pero el se negó diciendo que el trabajo lo había realizado un joven aprendiz que habían enviado de la ciudad para hacer su residencia.

En este mismo hospital de Guajumar fue donde inició la confusión de mi nombre, al ser yo el hijo número diez de mi familia, el doctor consideró oportuno colocarle un aparato anticonceptivo a mi madre inmediatamente después de mi nacimiento, así que se dirigió a ella con estos términos:

- Mire usted María Tomasa, tuvo un hombrecito, está muy sano el chamaco, ya se lo puede llevar, ¡Ah, por cierto, lo olvidaba!, ya le puse el D.I.U.

Y de ahí se agarró mi madre para registrarme y bautizarme como Eldiú, sin embargo como era un nombre muy corto (a decir de mi abuela) y como en la familia existe la tradición de ponerle a uno de los hijos el nombre del padre y ninguno de los hermanos que me antecedieron lo llevaba, decidieron agregarme Masiosare –que es como se llama mi padre-, ya sabe, como el canto ese que se entona en las escuelas, “Masiosare un extraño enemigo”…, y pues a final de cuentas hasta rimó porque ya ve, mi apellido es Cubesare, de los merititos Cubesare de Guajumar.


NaCl-U-2


Remo.

24 abril 2006

Desnudos artísticos.

Cuando Spencer Tunick llega a una ciudad más de una viejita santurrona se santigua, este fotógrafo recorre el mundo invitando a la ciudadanía a posar desnuda en sus múltiples cuadros.

En la ciudad de México le negaron el permiso de hacerlo, -y eso que a decir de los habitantes de esa metrópoli, ellos son muy liberales-.

Algunas de las personas que en esas reuniones convergen, lo hacen por morbo, otros sin duda consideran que es un buen lugar para ligar un buen cuero, o incluso habrá quien se imagina que los ahí presentes son presa fácil de invitaciones a orgías o demás perversiones.

Nada más alejado de la realidad, la mayoría de las personas que ahí asisten no lo hacen con un afán sexual, únicamente desean mostrar su cuerpo al natural, son seres que saben bien quienes son y algunos lo hacen hasta por rebeldía.

Tunick sabe que su trabajo levanta polvo por donde pasa, en Chile le concedieron el permiso de fotografiar, pero algunos activistas religiosos se opusieron y trataron de impedir el evento, afortunadamente la mayoría de los chilenos mandaron por un tubo a los líderes cristianos de ese país.

Desde niño a mí me enseñaron a admirar las magníficas estatuas griegas de hombres y mujeres como una muestra de exposición ante la belleza y perfección que puede tener un cuerpo humano desnudo, debo decir que a diferencia de los demás niños de mi edad el interés malsano nunca estuvo presente en mi mente.

Ejemplos abundan, no se concibe la pintura española sin “La Maja Desnuda” de Francisco de Goya y Lucientes, por ejemplo, aunque se dice que cuando la estatua de “La Diana cazadora” se develó en el Distrito Federal, no faltó quien protestó y las autoridades decidieron colocarle una falda, ante el enojo del escultor y de la mujer que había posado para ese monumento.

¿Porqué las personas se escandalizan tanto cuando ven un cuerpo sin ropa?, hasta donde mis limitados conocimientos alcanzan, todos nacemos así, por lo tanto es natural, ¿Porqué hay gente que hasta presume en fotografía los cuerpos desnudos de sus hijos en su primera infancia y se escandalizan al ver una mujer en ropa íntima?, no lo entiendo, yo considero que entre más se asusta una persona al ver un cuerpo en traje de Adán, más negra y sucia tiene su conciencia.

Cierta vez escuché a una mujer decir al ver una revista de Nacional Geographic:

- ¡Las mujeres africanas deberían cubrirse sus pechos!, ¡¡Se les ve todo!!, ¡¡¡Qué vergüenza!!!

Vaya ignorancia de la dama, pretender juzgar a una persona que habita a miles de kilómetros de ella sólo por su forma de no vestir, me provocó risa y al mismo tiempo espanto.

Risa porque sin duda su cerebro fue bombardeado desde pequeña con ideas de que cualquier desnudo es malo, cosas del Diablo; y espanto porque eso es una muestra de intolerancia ciega, férrea, estúpida, ¡Mira que sentir vergüenza por personas que ni conoce!, a decir verdad esa viejita a mí sí me dio pena ajena.

Ese tipo de pensamientos retrógrados no son sino resultado de la herencia cristiana que nuestros mayores nos inculcaron, no digo que uno deba andar desnudo en todos lados (porque el clima a veces no es benévolo), pero tampoco deberían de avergonzarse el hacerlo por ejemplo en una playa nudista.

Si bien es cierto que muchas mujeres mexicanas se dicen muy liberales, jamás aceptarían posar para una revista como las féminas africanas, mucho menos serían capaces de exponer al sol sus pechos en una playa como normalmente y sin ninguna mala intención lo hacen las suecas, claro que tenemos el otro reverso de la moneda, donde para las mujeres musulmanas, las mexicanas serían unas auténticas descocadas, locas y atrevidas.

Recuerdo a mi amiga Rosa que cierta vez que fue a Puerto Vallarta, le daba mucha vergüenza utilizar un traje de baño, y se la pasó con una toalla anudada en su cintura para no mostrar su bikini a los bañistas, ah, pero eso sí, aquí en Chihuahua usa unas minifalditas, que no dejan nada a la imaginación. ¿No es raro que nuestra moral cambie de un lugar a otro?

Cierta vez me contó mi amigo Svein, que en Noruega en las clases de educación física hombres y mujeres ingresan a las duchas sin ropa, se asean todos juntos y ellos desde pequeños lo ven muy natural sin ninguna clase de morbo, contrasta fácilmente esa información al saber que en Arabia, donde las mujeres se cubren el cuerpo a más no poder, ocurren tantos delitos contra las mujeres que ese país tiene muy altos índices de violación.

Hace poco escuché una conversación donde un chavo le decía a su amigo:

- Yo veo la telenovela de RBD porque salen unas muchachas bien buenotas.

Su amigo le dijo:

- ¡Cómo eres pendejo!, mejor vete a rentar una computadora en un ciber café y disfrutas una hora de buen porno en vez de ver esas historias para imbéciles.

¿Díganme si a ustedes no les hubiera causado gracia ese razonamiento?

Yo hasta le concedí la razón, si quieres ver sexo, pues acude a donde de verdad lo encuentras, ¿No?

La próxima vez que yo visite Tulum, Quintana Roo, o Zipolite, Oaxaca, voy a ir a las playas nudistas, nunca he estado en una y no creo sinceramente que estando allá me arrepienta de hacerlo, además como que ya tengo el criterio y la edad suficiente para saber lo que hago.

Aunque ya saben lo que se dice de una playa nudista: “Ahí se desnuda la gente que precisamente uno no quiere ver desnuda”, esto claro, en franca alusión a cuerpos demasiado viejos y poco atractivos.


NaCl-U-2


Remo.

20 abril 2006

Es necesario que suene la guitarra, para cantarle un corrido a Mazatlán…

Cinco contando esta, son las veces que he estado en la tierra de los venados.

Primera:

Esa ocasión fue algo sumamente espectacular, finalizábamos la educación preparatoria y todo el grupo desde hacía años esperaba ansioso lanzarse a realizar el viaje de fin de curso, la meta era conocer Mazatlán.

A la hora buena, todas las mujeres dijeron que siempre no, así que sólo cuatro amigos emprendimos la aventura, ninguno conocía esa bendita tierra.

Efraín, Fernando, Luis y yo salimos de madrugada en el tren Chihuahua-Pacífico, en el cual viajamos hasta Los Mochis, Sinaloa, observar tan de cerca la majestuosidad de las montañas, ríos, y barrancas de la Sierra Tarahumara es impresionante, así como de espectaculares son los innumerables túneles que atraviesan el corazón de la tierra, y los puentes que salvan auténticos desfiladeros, que hacen parecer al “Gran Cañón de Colorado” ubicado en los Estados Unidos un simple surco de tierra. Esta es una travesía altamente recomendable e inolvidable, ahí se respira el más puro oxígeno, mezclado con la resina de los pinos.

En esa ocasión los cuatro hicimos lo que quisimos yendo de un vagón a otro, conociendo turistas internacionales y platicando de cualquier cosa.

Una vez en Mazatlán, estrenamos nuestra recién adquirida mayoría de edad entrando a las discotecas de moda, como el muy famoso y célebre Valentinos y el Fandango, tampoco desaprovechamos la oportunidad de rentar unas motocicletas y conocer en su totalidad el malecón, el viaje que hicimos en una lancha por las islas cercanas fotografiando los leones marinos fue memorable.

Aún recuerdo un pequeño restaurante en la orilla de la playa que ofrecía mariscos fresquecitos a muy bajo precio, visitamos el Acuario-Zoológico y en un arranque total de locura reté a la poderosa corriente del mar en la playa “Olas Altas”, ¡Vaya que ahí es difícil nadar!, ¡El mar es bravísimo!, por favor no lo intenten quienes se consideren nadadores débiles.

De regreso sólo teníamos el dinero justo para el pasaje, así que hicimos dieta rigurosa durante 18 horas que es la duración del trayecto entre Mazatlán y Chihuahua, eso sí, lo bailado nadie nunca nos lo logró quitar.

Segunda:

Mis amigos Ángel e Iván insistieron en ir a Mazatlán en un puente de tres días únicamente. Nunca olvidaré que a bordo de una “pulmonía” (típico y exclusivo vehículo de esa ciudad, mitad jeep, y mitad volkswagen techado, pero sin vidrio en las ventanas) recorrimos los monumentos y el centro histórico de esa ciudad, el faro, la casa de Lola Beltrán, el teatro Ángela Peralta y demás sitios relevantes.

El Bora-Bora, nos atrapó de inmediato, y fuimos incapaces de asistir a otro antro, en realidad lo que mucho contribuyó a esa decisión, es que ninguno de los tres fuma, y al ser el Bora-Bora, un lugar al aire libre, uno se siente en plena libertad de respirar sin convertirse en un fumador pasivo.

Descubrimos una fonda en donde a uno le sirven tortillas dulces con café, antes del desayuno, y uno de los meseros se acopló tan bien al relajo que traíamos que hasta nos recomendó lugares “non santos”, para divertirse con “chicas malas” en una forma un tanto “sucia”.

Tercera:

Fue un total y absoluto despapaye, mi amigo Gilberto no sabía que hacer con sus días de vacaciones, así que le sugerí que se fuera a Mazatlán, él es muy tímido y me dijo que solo no se atrevía, así que en menos de lo que canta un gallo mudo, le dije que lo acompañaba, estábamos haciendo planes cuando Campitos inesperadamente dijo que él también iba, pronto el hermano de Gil, también se animó.

Nuestra buena suerte se vio coronada por el hecho de que nuestro amigo Bernardino, nos prestó su condominio en el Solymar, así que sólo pagamos la estancia, una verdadera bagatela, $ 700.00 (Setecientos pesos por una semana), ¡Vaya ganga!

Llegamos primeramente Gilito y yo a Mazatlán, de inmediato nos fuimos a comprar víveres y bebidas, bueno, más bien puras bebidas etílicas, para la noche estábamos tan ebrios, que nos fuimos… a seguir bebiendo a un bar en donde hacen cerveza de frutas, a mí a esas alturas de la noche me sabía lo mismo la cerveza de durazno que cualquier otra, ya no distinguía los sabores.

Dos meseros trabaron amistad inmediata con nosotros y al término de su turno nos llevaron a recorrer los lugares más “tenebrosos” en las afueras de la ciudad, lupanares en donde las “chicas traviesas y del tacón dorado” abundan, en esos parajes se respira el aroma del sexo barato, y como la carne es débil, y Gil y yo más…

Serían las tres de la mañana cuando llegamos al Fandangos, ese lugar es famoso porque es el último en cerrar, y ahí llega toda la fauna procedente de cualquier otro lugar, ni tardo ni perezoso me lancé a la pista a bailar solo, en eso se acercó Catherine, una chica canadiense, que de todo lo que me decía en inglés sólo recuerdo que quería que le tradujera “La vida es un carnaval”, no sé que tantas barbaridades le diría, porque en cuanto yo abría la boca ella sólo reía, y reía. Perdí completamente la memoria, y la recuperé a las nueve de la mañana en la playa, ahí yacíamos Catherine y yo completamente mojados, recostados uno al lado de otro, cara a cara, recuerdo solamente sus bellos ojos azules… La llevé a su hotel y nos despedimos con un beso al principio tan tímido y al final tan bestial que los guardias de seguridad se soltaron riendo.

Eran las diez de la mañana cuando me acosté a dormir, ni siquiera me dí cuenta cuando Gil y su hermano se fueron al Acuario, o cuando Campitos llegó al hotel, desperté a las doce del mediodía, en mi celular tenía diez llamadas perdidas que no recuerdo haber escuchado, y eso que el teléfono móvil lo tenía casi en las orejas.

Esa noche nos fuimos al Ramsés, el mejor encueradero de la ciudad, gritábamos a pleno pulmón ¡Sexo, sexo, sexo!, llamamos tanto la atención que una bella bailarina me invitó a subir al escenario a danzar con ella, apenas lo hice, cinco pares de manos comenzaron a manosearme como si yo fuera un buffet de manjares marinos, entre ella y sus compañeras se despacharon con la cuchara grande, ¡Ilusas!, si pensaron que con ello me iban a intimidar, se equivocaron rotundamente, moví tan eróticamente mi cuerpo que los guardias me gritaban que me bajara, los ignoré olímpicamente y una de aquellas hermosas vampiresas los calmó explicándoles que por petición de ellas mismas es que yo estaba ahí contoneándome al ritmo de la música electrónica, para finalizar mi actuación me arrojé de pechito sobre los brazos que mis amigos extendían al cielo, fue un aterrizaje un tanto forzoso, pero lleno de adrenalina.

Esa noche Campitos tuvo ahí su primer privado ¡Yuuú!…

Las noches siguientes, en nada se diferenciaron de esas dos primeras.

El regreso fue una total catástrofe, atravesar el Espinazo del Diablo, (la sierra que divide los estados de Sinaloa y Durango), alteró mi estómago, y estuve a punto de vomitar en medio del camión, afortunadamente el chofer tuvo a bien detenerse en una pequeña fonda, y una señora de la montaña, al ver mi semblante amarillo me recetó una mezcla de agua mineral, limón, una pastilla y no sé que más, remedio que sirvió para asentar mi barriga y aliviar definitivamente “el mal del turista adolescente en Mazatlán”, ni hablar, el que sabe, sabe.

Cuarta:

El año pasado, el desgraciado de mi jefe me avisó el jueves, que me iba a dar de descanso solamente la mitad del día viernes de semana santa, como loco me dediqué a marcarle a mis amigos para saber si alguno iba a salir de Chihuahua, Angie, me dijo que ella ya estaba en Mazatlán que allá la alcanzara.

Hice mi maleta en menos de cinco minutos y logré llegar el sábado a las dos de la mañana, de ahí me fui directo al malecón, Angie no contestaba el teléfono, porque estaba en medio de una fiesta, seguí caminando rumbo a la zona hotelera y me encontré casualmente a mi amigo Abelardo, él iba saliendo de un antro en donde trabajaba como animador, así que juntos recorrimos esa noche Mazatlán, y nos fuimos en la mañana a su departamento donde dormí una hora y me bañé, acto seguido me fui a desayunar con Angie y sus amigos.

Compramos cerveza y nos fuimos a la playa debajo del Joe´s Oyster, famoso lugar donde se reúne la juventud a tomar cerveza y a disfrutar de los concursos de playeras mojadas, mis amigos se subieron al bar aprovechando que no cobraban la entrada y yo me quedé tirando desmadre con unas gringas, total que cuando quise subir al antrucho me negaron la entrada por exhibicionista, ¿Desinhibido yo?, ¡Bah!, si ni siquiera me bajé las bermudas ni mostré mis “joyas”…

Al grito de: “Me han corrido de mejores lugares y de peores formas”, me fui a la clásica barda del hotel Sábalo, donde me acoplé con un grupo de chavos de Monterrey que se encontraban libando extracto de cebada, en eso recibí una llamada en el celular, era Angie:

- ¿Qué no piensas venir con nosotros?

- ¡Voy para allá!

Me dirigí al hotel lo más rápido que pude y por más que tocaba nadie me abría la puerta, le marqué nuevamente a Angie y le dije:

- ¡Hey!, ¡Abran la puerta móndrigos!

- ¡Ay, René!, ¿Cómo andas?, ¡No quedamos que íbamos a ir al concierto de Gloria Trevi!

- ¡En la madre, voy para allá!

Lo había olvidado por completo, así como andaba en huaraches y bermudas me lancé en una pulmonía al concierto, el cual estuvo de lujo, Evaristo gritó:

- ¡Arriba Chihuahua!

- ¡Cállate güey!, ¡Nos van a sacar de aquí!, ¡Acuérdate que ella estuvo allá presa! –le espetó Diego.

De ahí nos fuimos al Bora-Bora, a la barra libre, (los que saben aconsejan que en las barras libres uno debe de tomar sólo cerveza), nos hartamos de ahí a las dos de la mañana y nos fuimos al Joe´s Oyster, donde me ví bailando solo a todo lo que daba (los que me conocen saben que al bailar me expreso mucho, quizá demasiado), porque de repente cinco chavos muy lindos, jovencitos y vestidos a la última moda me hicieron rueda, me aplaudían efusivamente cualquier movimiento erótico de cadera que se me ocurría y brindaban conmigo a la menor oportunidad, yo pensé (Caray, aquí si saben reconocer la calidad de la melcocha), lo extraño fue que luego comenzaron a moverse con poses, ademanes y gestos sumamente provocativos y sensuales formando un trenecito y nalgueándose el trasero rítmicamente unos a otros; ofreciéndome sus “encantos” me invitaron a hacer lo mismo, así que como sentí sed de otra cerveza, les sonreí (con la más tolerante e indulgente de mis sonrisas), hice el signo de amor y paz con mi mano derecha, y les dije adiós educadamente, (no se puede ser grosero con quien se identifica aunque sea un minuto como mi fan) me alejé de ahí con un paso firme, seguro, pero lento a buscar a mis amigos los cuales se agarraban la panza de risa, porque habían presenciado todo el espectáculo.

A las cinco de la mañana, llegamos a dormir al hotel, dormí tres horas y me fui a asolear a la playa, el placer me duró solamente dos horas, porque tenía que salir disparado a la central camionera para llegar el lunes a Chihuahua.

Mención aparte merece el episodio de Angie y el Narco.

La cosa estuvo así:

Un hombre que derrochaba riqueza hasta por los poros, se acercó atraído por la belleza de Angie, su aspecto era el de un narcotraficante, lleno de cadenas, anillos, esclavas, etc. Decidido a captar la atención de una chihuahuense a como diera lugar, ordenó que una banda sinaloense comenzara a tocar las melodías que él pedía, en un arranque de ostentosidad le dijo a uno de los meseros de esa playa que quería comprar una palapa para él solo porque el sol lo estaba molestando mucho, se sacó unos dólares de la cartera (la cual estaba bien atiborrada) y ahí mismo la pagó en efectivo, emocionado le dijo a mi amiga:

- ¡Güerita, te voy a dedicar una canción!

Angie se acomodó apropiadamente para escuchar la romántica melodía, y el tipo le gritó a la banda:

- ¡Toquen el corrido de Simón Blanco!

La carcajada general no se hizo esperar, y la pobre de Angie aún no salía de su asombro cuando el fulano le dijo:

- ¡Güerita, te regalo la palapa para que te la lleves a Chihuahua!

Acto seguido, el hombre se despidió y se fue.

¿Quihubo?, ¡Esos son hombres seductores, no fregaderas!

Quinta:

Desde meses anteriores Evaristo se encargó de hacer las reservaciones a su nombre, al ser el titular debía hacer el pago directamente en el hotel.

El miércoles en la tarde me dirigía a la central camionera para abordar el autobús que me llevaría a Mazatlán, a cinco minutos de llegar recibí un telefonema de Angie:

- Amigo, Evaristo se encuentra detenido en Cd. Juárez, lo acusan de traer una troca robada, no va a ir al viaje, y yo tampoco, porque no conozco a las otras personas que van a compartir la habitación con nosotros, vamos ni siquiera sé sus nombres.

Me quedé helado, no esperaba algo así, llegúe a la terminal y tomé la resolución de que no me iba a quedar por ningún motivo en Chihuahua, así que compré mi boleto a la Cd. de Durango, si Evaristo salía de su detención, ahí lo esperaría, si no, pues me dedicaría a visitar por segunda ocasión la tierra de los alacranes, ¡No me iba a dejar vencer tan fácilmente por la sombra del pesimismo!

Abordé el camión y mi asiento se encontraba ocupado por una chica muy guapa:

- Disculpe mi asiento es el número cinco – le dije.

- ¡Qué raro, el mío también! –me contestó.

Fui directamente con el chofer y le conté lo sucedido, le expliqué que no había ningún problema si yo ocupaba otro lugar, pero como el autobús se encontraba lleno, había que buscar otra solución.

Resultó que la chica en cuestión, efectivamente tenía el mismo número de asiento que yo, pero su viaje era hasta dentro de dos horas, muy vivamente se posesionó del lugar con la esperanza que no le reclamara nadie, así que mi reina preciosa con mucha vergüenza pero vas para abajo.

¡No era momento para que las fuerzas del mal siguieran en su vano intento de hacerme desistir de viajar!

Llegué a Durango, y Angie me comentó que Evaristo acababa de salir de su problema, así que sí viajaría, intenté comprar un boleto a Mazatlán, pero algo extraño seguía flotando en el ambiente porque no se me permitió sino dejar esa ciudad hasta dentro de seis horas más.

Mi pasión por viajar me llevó a tomarlo con calma y ya en estado de alerta total, en cuanto llegué a la tierra de los venados, lo primero que hice fue comprar el boleto de regreso, ¡Oh, terrible sorpresa!, ya no había cupo, si quería viajar a Chihuahua, tendría que hacerlo conectando con Durango o Torreón, y eso a las doce de la noche del sábado; ni hablar el ente de la mala suerte seguía presente, adquirí mi boleto y ahí mismo mandé al diablo la tristeza, le dije a la obscura fuerza que me acompañaba, que nadie ni nada me iba a evitar disfrutar este viaje, así que con furia me propuse disfrutar cada segundo en esa bendita tierra.

En el baño de la central, llevé a cabo mi tradicional acto de travestirme (huaraches, bermudas, lentes negros), y me fui directo caminando a la playa con todo y maleta, (mi amigo aún no llegaba y desconocía la habitación que ya ocupaban las otras personas), pero eso sí mi determinación de gozar del mar estaba en su clímax.

Descubrí el “Tecate Zone”, una área de la playa en donde se había instalado un escenario donde tocaban diversos grupos musicales, era un evento diario y gratuito, desde las once de la mañana hasta las ocho de la noche, el objetivo era que los asistentes al sentir sed compraran cerveza tecate, así que en un santiamén di cuenta de las primeras seis cervezas, mientras escuchaba una banda sinaloense, la cual no dejó de tocar hasta las nueve de la noche.

Envalentonado, me dije que si mi amigo no llegaba, pasaría la noche a la intemperie en la playa, en eso estaba cuando escuché unos tambores que resonaba con singular alegría, era un grupo de seis chicos de Guadalajara que tocaban samba brasileña, sin dudarlo siquiera me metí al evento privado en un hotel y me dediqué a bailar de lo lindo.

La samba para mí es un ritmo que me permite expresarme y desahogar mis penas, creo que al verme tan alegre la mala fortuna por fin decidió darse por vencida y buscar a otro turista menos tenaz que yo.

Eran las once de la noche cuando al fin llegó Evaristo a Mazatlán así que nos fuimos directo al hotel a tomar un baño y ahora sí la noche era toda nuestra, nos fuimos al Joe´s Oyster que estaba lleno a reventar, inmediatamente me acoplé a Lucero y bailamos pegaditos, al ritmo de: “Pásame la botella, quiero brindar en nombre de ella”, salimos de ahí como a las cuatro de la mañana, yo dormí en la terraza del décimo piso al aire libre, apenas despuntó el sol a las siete de la mañana y yo ya estaba dándome un baño de bloqueador solar para irme a tirar en la playa cual lagartija de sangre fría en frenética búsqueda del astro rey.

El desayuno fue gratificante y de inmediato nos lanzamos a pasear en banana, nadar a mi antojo en el Océano Pacífico y de nuevo al “Tecate Zone”, desconozco el número de licuados de cebada que ingerí, lo que sí recuerdo es que comenzamos a revolver tecate, modelo, vodka, total que a las cinco de la tarde difícilmente sabía que estaba tomando, éramos tres chavos, y una chava, a un lado de nosotros se encontraban un chicos de Culiacán, igual de desastrosos que nosotros, inmediatamente se acoplaron a hacer la típica rueda y a bailar cachondón con Liz.

Como era una sola chica para ocho chavos la pobre no se daba abasto, así que en una de esas ¡Zas!, que comienzan a bailar entre ellos muy apretaditos, a mí me dio un ataque de risa, mis carcajadas eran tan sonoras y estúpidas que podrían llamar la atención hasta de un sordo, en una de esas yo bailaba con Liz y comenzaron a gritar: ¡Abajo, abajo, abajo!, así que comencé a descender lentamente cuando sentí un contacto extraño en la parte baja de mi espalda, giré rápidamente y tenía pegado a uno de los chavos de Culiacán, me enderecé de inmediato en medio de la burla general, mis amigos captaron el dato y nos retiramos de ahí.

¡Tanto tiempo de cuidar mi preciado tesoro para perderlo en una borrachera con un culiche no se me hace justo!

Decidimos volver al hotel, pero al pasar por una playa había una tocada de rock, automáticamente y sin advertirlo me quedé ahí a brincar, sin pensarlo mucho me lancé al “slam”, de inmediato fui botado contra el escenario, me puse de pie como pude y procedí a quitarme los lentes y huaraches, una vez hecho esto me arrojé de nuevo a la carga, tan prendido estaba el ambiente que nos arrojaban cerveza y chorros de agua, pero aquello seguía pareciendo un choque constante de ferrocarriles.

El concierto terminó, y comencé a platicar con unos chavos que eran de Torreón, los cuales me invitaron a seguir tomando cerveza en la playa, cosa que no dudé mucho en aceptar, la velada rockera se prolongó hasta las cinco de la mañana, momento en que decidí sabiamente llegar al hotel para dormir tres horas.

Agradecimiento especial a Jorge y Alberto por una noche disparatada y llena de tonterías que nos hicieron reír horas y horas, espero verlos nuevamente en otro concierto de rock en la ciudad de los grandes esfuerzos, Torreón, Coahuila. ¡Ya quedamos, no me fallen!

Me desperté y recibí una llamada en mi celular de Saúl y Martín, mis amigos de Guadalajara, los cuales se encontraban en Acaponeta, Nayarit, me propusieron que fuera hasta allá o que ellos podrían ir a Mazatlán pero el tiempo de mi estancia se acercaba a su fin, eso sí, les prometí que el año entrante en Semana Santa no se van a librar de mi presencia y los amenacé con ir ya sea a las playas nayaritas o a Puerto Vallarta, Jalisco.

Me fui a comer al Gringo Lingo, un restaurante-bar que por $ 115.00 (ciento quince pesos), te sirve a la carta todo lo que puedas comer en seis horas, así que comencé con una crema de sopa de camarón, le seguí con una campechana, un pescado a la veracruzana, unos camarones al coco, un fetuccini con mariscos y cerré con otra crema de sopa de camarón. Simple y sencillamente todo estuvo delicioso y de lo mejor.

Apenas tuve tiempo de comprar los clásicos recuerditos para mis compañeros de trabajo y para mis amigos en el Museo de la Concha, y ya estaba corriendo rumbo a la central camionera.

El viaje de regreso fue relajante, dormí más de catorce horas, y repuse mi estado físico y mental.

A pesar de lo apresurado del viaje, éste fue maravilloso, no me arrepiento de nada y por supuesto quiero volver a repetirlo.

Quizá la playa y el mar de Mazatlán no sean los más bellos de este país, pero son los amables, amistosos, serviciales y alegres nativos de esa ciudad lo que me hace regresar una y otra vez a esa tierra, y como diría José Alfredo Jiménez:

“Yo soy fuereño, nací de aquí muy lejos, y sin embargo les digo en mi cantar, que tienen todos ustedes un orgullo, el gran orgullo de ser de Mazatlán”.


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Remo.

11 abril 2006

Sitios mexicanos declarados por la UNESCO “Patrimonios de la Humanidad”.

Las vacaciones de Semana Santa se aproximan, y preocupado como siempre por fomentar el turismo nacional e internacional en nuestro país es que me he dado a la tarea de redactar este texto.

Invito a todos sin excepción a gozar de las bellezas naturales de esta generosa tierra, para que además con el dinero sabiamente destinado a ello ayudemos a reactivar nuestra economía que mucho lo necesita.

De sobra está decir que somos una nación de afortunados porque vivimos en un país maravilloso, ya quisieran los estadounidenses y canadienses poseer una pizca de nuestras culturas ancestrales, de nuestras hermosísimas playas, de nuestro benévolo clima y de tantos y tan enigmáticos y singulares sitios que conjugados con la alegría y la hospitalidad que los mexicanos poseemos, dan como resultado verdaderos paraísos.

A menudo muchos connacionales subestiman o ignoran los espléndidos lugares de los que disponemos, han sido extranjeros (por lo general) quienes se han dado a la tarea de dar a conocer al mundo las maravillas arquitectónicas y naturales que poseemos.

La siguiente enumeración -la cual aún no termino de conocer en su totalidad- considera los "Patrimonios de la Humanidad" localizados en nuestro territorio, así que léanla con atención para que cuando tengan los medios y la oportunidad se deleiten con este México mágico.

1.- Centro histórico de la Ciudad de México y Xochimilco, Distrito Federal.

2.- Centro histórico de la Ciudad de Oaxaca y las ruinas arqueológicas de Monte Albán, en el estado de Oaxaca.

3.- Centro histórico de la Ciudad de Puebla, Puebla.

4.- Ciudadela prehispánica y parque nacional de Palenque, Chiapas.

5.- Ciudadela prehispánica de Teotihuacán, Estado de México.

6.- Reserva de la biosfera de Sian Ka´an, Quintana Roo.

7.- Centro histórico de la Ciudad de Guanajuato, Guanajuato y sus minas adyacentes.

8.- Ciudadela prehispánica de Chichén Itzá, Yucatán.

9.- Centro histórico de la Ciudad de Morelia, Michoacán.

10.- Ciudadela prehispánica de El Tajín, Veracruz.

11.- Centro histórico de la Ciudad de Zacatecas, Zacatecas.

12.- Pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco, Estados de Baja California y Baja California Sur.

13.- Santuario de ballenas de El Vizcaíno, Baja California Sur.

14.- Monasterios del siglo XVI, en las laderas del Popocatépetl, Estados de Morelos y Puebla.

15.- Monumentos históricos de la Ciudad de Querétaro, Querétaro.

16.- Ciudadela prehispánica de Uxmal, Yucatán.

17.- Hospicio Cabañas de Guadalajara, Jalisco.
18.- Zona arqueológica de Paquimé, Casas Grandes, Chihuahua.

19.- Zona de monumentos históricos de Tlacotalpan, Veracruz.

20.- Zona de monumentos arqueológicos de Xochicalco, Morelos.

21.- Fortificación histórica de la Ciudad de Campeche, Campeche.

22.- Antigua Ciudadela Maya de Calakmul, Campeche.

23.- Misiones franciscanas en la Sierra Gorda del Estado de Querétaro.

24.- Casa y estudio de Luis Barragán, en la Ciudad de México, Distrito Federal.

25.- Islas y áreas protegidas del Golfo de California, entre los Estados de Baja California, Baja California Sur, Sonora, Sinaloa y Nayarit.

Ahora que si lo que quieren es la mejor fiesta y la más bella playa del mundo, en Cancún, Quintana Roo encontrarás la respuesta.

¿Cómo la ven?, la próxima vez que salgan de vacaciones, ojalá y que tengan a bien conocer alguno de estos lugares, seguro estoy que les encantará y desearán volver una y otra vez.

Si desean alguna asesoría en viajes económicos de este pata de perro no duden en contactarme que aunque no conozco todo el país, si puedo pasarles uno que otro consejo.

Recuerden que los viajes ilustran, así que a ser más ilustrados que la enciclopedia.

P.D. Me voy a Mazatlán, Sinaloa; nos vemos por aquí el próximo lunes: ¡Felices Pascuas!


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Remo.

10 abril 2006

La vida es como un viaje en tren.

Cuando tenía ocho años de edad, mis padres me dejaron una noche al cuidado de mi tío José de la Luz, él procuraba contarme cuentos y vivencias a modo de narraciones, para captar mi atención y que no hiciera yo algún desastre en la casa familiar mientras mis mayores estaban ausentes.

Aún recuerdo su clásico cuento de “Chin borreguín”, que tanto le agradaba a mis hermanos menores, pero hoy no lo relataré, me enfocaré en recordar una de sus lecciones existenciales.

Esa vez nos dijo que la vida de un ser humano, es semejante a un viaje por tren, donde a lo largo del trayecto algunas personas suben y otras bajan en determinados sitios:

- Nosotros no podemos saber en que estación descenderemos, por lo que debemos hacer lo posible por pasarla de lo mejor en este viaje llamado existencia, nunca sabremos cuántas sorpresas nos aguardan mientras recorremos los pasillos yendo de un vagón a otro, ni tampoco imaginamos siquiera a quien conoceremos cuando en la próxima estación el maquinista aminore su marcha y permita que aborden nuevos pasajeros. –dijo mi tío Chala.

Ayer domingo en la mañana, mi tío por fin llegó a la última estación del tren que el destino le tenía reservado, desde la penúltima estación, el viaje fue para él demasiado penoso y accidentado.

Requiescat in pace: José de la Luz Morales Delgado.


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Remo.

07 abril 2006

Del Brutus o Chéster a Tina.

Desde que era pequeño siempre soñé con tener una mascota, en especial un perro, ningún otro animal me gusta tanto, (conste que ya de grande supe que mi signo zodiacal en el horóscopo chino es el perro).

Mi madre siempre se negó a permitirnos tener un mastín en casa, decía que huelen muy mal y que dejan pelos por todos lados.

El tiempo pasó y a mediados del año 2003 ocurrió lo siguiente:Una mañana mientras mi hermano Pedro y yo nos alistábamos para irnos a trabajar, salió de la casa y al momento de abrir la puerta un pequeño cachorro entró.

- ¡Qué bonito!, ¡¡Mamá, ven a ver se metió un perrito a la casa!!

Mi mamá desde la sala contestó automáticamente:

- ¡Sácalo!

Era demasiado tarde, mi hermana Flor al verlo se encariñó con él de inmediato:

- ¡Mira mamá, está bien hermoso!

Movida por la curiosidad mi madre se asomó a la cocina y lo que vio le gustó bastante:

- ¡Es un perrito fino!, ¡Se ve a leguas!

- Bueno, -dije yo. – Nos vamos Pedro y yo al trabajo, no se encariñen mucho con el chucho, de seguro se le extravió a alguien y pronto lo van a andar buscando.

Esa tarde le propuse a mi hermana Flor que lo sacara a pasear con una cadena, con el objetivo de que si alguien lo reclamaba lo entregara de inmediato.

Pasaron dos semanas y nadie dio muestras de ser el dueño del can, lo llevaban a pasear al parque, a la tienda, a dar vueltas a la cuadra. Por todo el fraccionamiento se corrió la voz de un perrito extraviado, pero nunca nadie lo reconoció, así que mi hermana decidió bautizarlo:

- ¿Cómo le vamos a poner a este cachorro?

- ¡Brutus! –contesté de inmediato.

- ¡No!, ese es un nombre muy feo, le vamos a poner Chéster. -dijo mi hermana.

- ¡Guácala!, pues me vale, yo le voy a decir Brutus por el resto de su vida.

- ¡Mira mamá!, ¡René que grosero! – Se quejó mi hermana.

- ¡Ay turrón de crema!, ¡Qué delicadita! –Dije yo.

Desde ese momento yo siempre lo llamaba:

- Brutus, ven Brutus. –y el perrito venía corriendo.

- No es Brutus es Chéster. –replicaba mi hermana.

Aconsejé a mis sobrinos de que lo llamaran Brutus en presencia de mi hermana, -bueno está bien, los soborné con unas paletas- y así fue como comenzó a ganar más aceptación ese nombre sobre el de Chéster.

Mi hermano Pedro por hacer enojar a Flor siempre le decía Brutus en su presencia, aunque en la mía lo llamaba por Chéster.

El Brutus llevaba vida de rey, le compramos sus croquetas, su champú, su jabón, su cadena nueva, su identificación junto con su collarín, sus latas de carne, lo llevamos a una estética canina donde le realizaron corte de pelo y de uñas también lo llevamos al veterinario donde nos confirmaron que era un cachorro de la raza cocker spaniel bastante puro, sin muchas mezclas. Total que estábamos muy encariñados con él.

Una tarde salí de la casa y Brutus salió corriendo, le grité a mi hermana:

- ¡Flor!, ¡El Brutus salió corriendo rumbo a la tienda!

Mi hermana salió tras de él y le gritó:

- ¡Brutus, Brutus!, digo... ¡Chéster, Chéster!

Y el perrito volvió, lo que no regresó fue la tranquilidad para mi hermana, porque desde entonces se convirtió en burla el hecho de que hubiera llamado a Brutus por su nombre, siendo que ella le decía Chéster.

Por el fraccionamiento circulaba una pareja muy dispar, era una perrita también cocker spaniel, a quien yo le decía la hermanita del Brutus y un perro pastor alemán ya algo viejo, siempre andaban juntos y cuando pasaban por la casa les arrojábamos unas croquetas y dejábamos salir al Brutus para que jugara un poco con sus congéneres, los cuales al ser perros callejeros, gruñían de manera amenazante cuando El Brutus se acercaba. Así que mejor decidimos suspender esos encuentros.

Brutus era un perro consentidísimo, algunas veces yo salía a dar la vuelta en mi auto y lo subía, se estaba quietecito en el asiento de atrás y todo quería ir viendo, cuando se aproximaba a la ventana sacaba la lengua y le daba desesperación sentir el viento en el hocico, por lo que sólo acertaba a seguir sacando la lengua con la consiguiente resequedad en la misma.

Un sábado sobrevino la desgracia.

Mi hermana Flor se encontraba lavando su ropa, cuando entró a la cocina y vio que su Chéster estaba en la puerta, le abrió para que saliera un rato a correr por la calle. Entró a cambiar el ciclo de la secadora de ropa y escuchó unos ladridos provenientes de afuera, rápidamente salió y alcanzó a ver un hombre que tomaba al Brutus en brazos al tiempo que arrancaba en su camioneta.

Nunca volvimos a saber del Brutus, lo buscamos por todos lados pero era obvio que se lo habían robado.

Mi hermana prefirió esa noche dormir en la planta baja y no en su recámara para poder llorar toda la noche sin que nadie se diera cuenta.

Todos estábamos desolados, jamás nos imaginamos lo que representaba para nuestra familia esa mascota. Mis sobrinos cuando nos visitaban a menudo preguntaban:

- ¿Y Butus? -como eran muy pequeños no podían pronunciar la “r”.

No quedaba otra más que decirles que se había ido y que ya no iba a volver nunca.

Pasaron dos meses y ni una señal de Brutus, en mi casa parecía que estábamos de luto, nadie hablaba de mascotas.

De vez en cuando pasaba la pareja de perritos callejeros y mi hermana les seguía arrojando las croquetas que El Brutus ya no pudo disfrutar.

Los mastines callejeros decidieron quedarse a vivir cerca de nuestra casa y cuando mi madre salía a hacer sus compras en una tienda cercana la acompañaban a prudente distancia, cierta vez (dice mi mamá), pasó un motociclista, el pastor alemán se le fue encima y lo mordió en una pierna, el hombre se enfureció y gritó que iba a matar a ese par de chuchos.

Una semana después, el pastor alemán ya no pasaba por la casa, sólo la perrita cocker spaniel, supusimos que aquél hombre había cumplido su promesa de matar al can.

El 5 de Febrero de 2004, estaba lloviendo en la ciudad, se encontraban en mi casa mi cuñado Raúl y mi hermana Priscila, en dado momento abrieron la puerta hacia la calle y vieron a la perrita cocker spaniel temblando de frío, toda mojada. Casi de inmediato mi hermana le propuso a mi mamá que la adoptáramos.

Mi madre al principio se negaba diciendo que iba a pasar exactamente lo mismo que con Brutus, pero después de pensarlo concienzudamente durante unos cinco minutos, permitió que entrara a la casa la perrita, que inmediatamente fue bautizada como Tina.

Fue una decisión correcta, desde ese momento La Tina se ha convertido en la compañera inseparable de mi madre, es muy cariñosa y ante cualquier ruido en la puerta de mi casa comienza a ladrar con fuerza avisándonos de la presencia de extraños.

Nuevamente y sólo para hacer enojar a mi hermana le digo:

- ¡Agustina!, ven, toma este hueso. –y Tina se acerca a comer. – O de repente me agarro cantando, La Tina Cantina, una canción que le compuse con letra original mía que dice: “¡Qué linda es mi Tina!, ¡Preciosa mi Tina!, ¡Suavecita y abrazable!, ¡Qué hermosa es mi Tina, Tina, Tina, Cantina! Ya se imaginarán que es a ritmo de la cumbia: “¡Qué lindo es tu cucu!”.

Como siempre, después de desplegar mis dotes como compositor y cantante obtengo por respuesta el gesto de molestia de mi hermana y la desaprobación general del resto de la familia, pero también consigo la alegría de La Tina que alegremente mueve la cola para un lado y otro, mientras salta al compás de mi tropi-ritmo.

Tina, se ha convertido en un miembro más de la familia, cuando se dan las nueve de la noche, se queda atenta en la puerta de la casa esperando que estacione mi carro, inmediatamente después que lo hago, comienza a emitir unos ruidos que no son ladridos, son como una especie de quejidos y en cuanto entro a la casa se me va encima, ya sabe caminar dando saltitos en sus dos patas posteriores, al tiempo que mueve la cabeza y la cola.

Sabe perfectamente que en cuanto llego, sin importarme que le hayan dado de comer o no, abro invariablemente el refrigerador y le doy una rebanada de jamón -en trocitos- para que le rinda más.

Casi siempre mi ritual consiste en subir a mi cuarto dejar mi mochila y después bajo a ver la televisión, la mayoría de las veces me recuesto sobre el sillón y Tinita sube en un pequeño espacio que le dejo entre mis piernas.

Esa es una costumbre que no le gusta a mi familia, porque mi hermana y mi madre siempre se quejan de que están acostumbrando a Tina a que no se suba a los sillones debido al pelo que desprende, y que yo no coopero en nada, sino que le consiento todo, y hago de cuenta que las reglas aplicables a La Tina quedan sin vigencia cuando yo estoy presente en la casa.

Tiene por costumbre olerme la cara, me imagino que quiere adivinar que fue lo que comí, y luego restregarse por todo mi pecho y mis piernas, como si quisiera impregnarme de su olor. En ocasiones me duermo unos quince minutos mientras pasa el noticiero, y La Tina hace lo propio recostada sobre mi pecho.

Todas las mañanas que salgo hacia el trabajo, ya está lista para salir a la calle, eso no nos preocupa, la he observado que sale, marca su territorio, da vueltas por la cuadra y siempre regresa, anuncia su llegada arañando la puerta para que mi madre le abra, porque como dice mi hermana:

- Ella fue una niña de la calle y de ninguna forma le gustaría volver a ella.

A últimas fechas hemos ensayado un vals, y ya hasta da vuelta en dos patas tomadas de mi mano, después de lo cual la premio con una galleta dulce, o con unas zucaritas, aunque nada hay que le agrade más que saborear un hueso de pollo, roerlo, quebrarlo y tragarlo. Con los huesos grandes no se atreve, los lame y los entierra en el patio. El citado vals, les llama mucho la atención a mis sobrinos, y de inmediato quieren ellos también hacer bailar a Tina, pero no lo consiento.

Los días que estuve fuera de casa o cuando me tardo algún tiempo en regresar, me dice mi hermana que La Tina está pendiente de la puerta cuando se dan las nueve de la noche, y se pone a aullar si es que no llego.

Cada día que pasa Tinita nos sorprende con nuevas gracias, ya se viene arrastrándose por toda la cocina con el pecho pegadito al piso, o adopta una posición “esfinge” (como la hemos llamado) porque nos recuerda a la esfinge de Gizeh en Egipto, o se sube al segundo escalón que lleva a mi recámara y desde ahí salta a mi encuentro, pero ninguna tan sorprendente como la que adoptó una vez en el sillón y literalmente se sentó sobre sus cuartos traseros como si fuera un niño. Creo que Tina, cada vez se siente más humana.

Me dicen los que saben que cada año humano equivale a siete en un perro, de ser esto cierto La Tina ya tiene unos 21 años, y considero que ya está en edad de que conozca un macho para que perpetúe su especie. La mera mención del hecho hace que mi madre y mi hermana digan rotundamente que no, pero es ley de vida que un ser vivo se reproduzca. Ellas argumentan que al ser Tina una hembra callejera no sabría como actuar cuando el momento del parto se aproxime, o que sufriría mucho, yo lo único que les contesto es que como un animal que es, el instinto natural le dirá qué hacer.

Nunca me imaginé que llegara a sentir tanto cariño por un animal, o que un animal se alegrara tanto al verme llegar cansado del trabajo, para mí ha sido una experiencia nueva y diferente, porque El Brutus era muy apegado a mi hermana, pero en cambio La Tina, lo es mucho más a mí.


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Remo.

06 abril 2006

Valeria la Cameroncita Díaz.

- ¡Hola!, ¡Hasta que te dignaste visitarme!, ¿Cómo has estado? –me preguntó la hermosa Valeria muy sonriente.

- Bien, muy bien. –contesté, con un tono vacilante y nervioso.

- ¡Deberías venir más seguido a rentar películas!, ¡Así, te vería con mayor frecuencia, guapo! –me coqueteó abiertamente.

Elegí dos películas de acción sin dejar de sentir su mirada en mi espalda, me dirigí al mostrador, pagué y me despedí apuradamente de Valeria con un tímido, hasta luego.

Mis amigos tan pronto salieron del video club, me dijeron:

- ¡Se te duerme, compa!, ¡Estás hecho con esa nena! –dijo Humberto.

- Lo que pasa es que es muy joven para mí, tendrá que, ¿Unos 17 años? –pregunté muy serio.

- ¡No importa!, ¡Tú tienes con qué y ella tiene por dónde!, ¿Qué no? –insistió Humberto.

- Pero es menor de edad… -argumenté.

- No le saques, todos nos dimos cuenta que babea por tí, si te fijas bien, esa hermosura es igualita, sólo que más joven que Cameron Díaz. –concluyó Francisco.

Era cierto, Valeria tenía el cabello rubio, los ojos azules, la piel blanca, era toda una belleza en flor, pero era su parecido extremo a la actriz Cameron Díaz lo que a cualquiera enervaba y volvía loco.

- Bueno, la próxima vez que venga le pregunto su edad y la invito a salir. –lo dije más para que se callaran y dejaran de molestar.

- ¡Llégale o le llego yo! – dijo Édgar.

Un día se sucedió y por la noche tuve un sueño muy extraño, yo desesperadamente libraba una batalla con un dragón mientras que un hada presenciaba mi victoria.

Al tercer día, muy decidido fui a entregar las películas que había alquilado.

- ¡Hola!, ¿No se encuentra Valeria? –pregunté con curiosidad.

- ¿Qué no supo la noticia? –repuso el dueño del local.

- ¡No!, ¿Qué pasó? –contesté alarmado.

- Ayer en la noche, huyó de su casa con un hombre mayor que conoció aquí mismo, fue lo más conveniente para ella, tenía ya un mes de embarazo y su novio no se iba a hacer responsable de nada, así que mejor se dedicó a buscar afanosamente a un bobo a quien poder endilgarle el milagrito, espero que llegue a buen fin su estratagema.

Me quedé petrificado, nunca imaginé que bajo su dulce sonrisa y esa carita de ángel se escondiera la perversidad de una temible bruja.

(Pensando solamente al salir del video club): - ¡Fiú!, ¡De la que me salvé!, justo hoy que por fin había reunido el valor suficiente y venía a invitarla a salir.


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Remo.

05 abril 2006

El Mar.

Dicen los que saben que la vida en la tierra proviene del mar, cuando estoy frente a él me provoca una especie de regresión, como si quisiera volver a casa.

Tenía 10 años cuando mi madre y mi abuelo materno me llevaron a Tampico, Tamaulipas a conocer el mar. Todo el camino me mostré impaciente, ese día el sol brillaba con bastante fuerza y mis ansias crecían por saber como era, mi madre muy seria me advirtió:

- No vayas a beber agua salada, se te puede descomponer el gusto.

Apenas lo vi, salí corriendo a su encuentro, y a pesar del consejo recibido, toqué suavemente con mi dedo índice derecho la superficie del mar y me lo llevé a la boca.

- ¡Puaj!, ¡Es asqueroso!, - Me dije a mi mismo, pues nadie debía saber lo que acababa de hacer.

Ahora ya sabía como era totalmente, lo había visto, lo había oído, lo había olido, lo había probado y lo había tocado.

Como en ese tiempo era un nadador débil no me fue autorizado nadar, sólo caminar y recorrer la playa, sin meterme más allá de donde el agua rebasara mi tobillo.

A pesar de que fue un encuentro muy corto, (A lo mucho dos horas duró la visita), lo disfruté como si hubiera durado un día entero, rápido debíamos volver a la central camionera para tomar nuestro camión rumbo a Chihuahua.

¡Qué admiración sentía de niño por el súper héroe “Aquaman”!, eso de nadar por los siete mares y comunicarse mentalmente con los animales marinos me parecía fenomenal. Ello constituyó mi deseo primario de aprender a nadar cada vez mejor y desarrolló un gusto innato por las albercas, piletas, arroyos, lagos, presas, mares, ríos, y cualquier otro lugar que contenga la suficiente agua en donde pueda meterme (hasta un tambo o bañera me sirve).

Desde esa época me prometí visitar el mar cada vez que pudiera cuando fuera mayor.

Y es de esta manera es como he conocido el Golfo de México, el Océano Pacífico, el Mar Caribe y el Océano Atlántico.

Hay quienes gustan de ir a la playa a pasar un rato, a platicar con los amigos, a comer o a beber, sin embargo a mí lo que me atrae de ese gigante color azul es observar el ir y venir de las olas, mirar la formación de la espuma marina, escuchar como el agua rompe su ritmo en la arena, sentir como el cálido viento salobre sopla sobre mi faz, oír el lejano barullo que forman las gaviotas y percibir la fina arena bajo mis pies.

Es verdad si les digo que puedo durar horas presenciando su eterno vaivén, no me aburre ni cansa; al contrario me tranquiliza, me hipnotiza, me mira a la cara y me dice:

- ¡Ven!

En menos de lo que canta un gallo mudo, me lanzo en loca carrera a sortear las primeras olas, para después sumergirme en sus tibias aguas, y ahí puedo durar eternidades, ya nadando, ya flotando.

Cuando la piel de mis dedos se arruga hasta parecer la de un anciano, tomo un ligero descanso, salgo del mar, me asoleo un rato y después vuelvo a la carga.

Estando de frente al mar, mis ideas se evaporan y se van con la brisa marina, no pienso, sólo siento, sólo soy yo, experimento el adentrarme en un Imperio de sentidos.

Cerca del atardecer, alcanzo a percibir el inmenso poder que emana del palacio de Poseidón y de su corte de tritones y sirenas, seguro me ven, pero se saben a salvo de mi inoportuna presencia.

Espero con gran impaciencia visitarte nuevamente este año, y sé de antemano que la pasaremos bien.

P.D. Texto inspirado en las fotografías del blog de Ka! www.karolo.blogspot.com y en el mensaje por celular recibido el día de ayer de mi amiga Angie, quien amablemente me invita a pasar Semana Santa en Mazatlán, Sinaloa, invitación que por supuesto fui totalmente incapaz de rechazar.


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Remo.

04 abril 2006

Mensaje en mi celular.

Cierto día sonó mi teléfono celular, había recibido un mensaje que a la letra decía:

“Si tienes más de un año con tu amigo de TELCEL, hablar a cualquier TELCEL te cuesta sólo $1.00 peso el minuto. Gracias por hablar. Aplica llamadas locales”.

Siempre que me llegan ese tipo de “cadenas”, las leo y luego las borro, no les doy importancia porque considero que son actos de una persona bromista.

Ayer platicando con Miguel, -que es un compañero de trabajo-, me dijo que él también había recibido uno igual, y que al parecer la oferta de las llamadas es en serio.

Inmediatamente nos pusimos a conversar sobre el tema, a mí me pareció extraño que TELCEL haya decidido hacer algo así, porque normalmente sus usuarios les valemos tres cacahuates.

Miguel me comentó que él suponía que TELCEL estaba llevando a cabo ese plan porque tenía miedo que al entrar más compañías competidoras de telefonía celular en este territorio, muchos de sus clientes dejaran TELCEL y se fueran por ejemplo con NEXTEL.

Es este tipo de cosas las que me molestan de mi país, aquí es necesario que sientan su mercado acechado para que entonces sí den vuelta la cabeza y nos dirijan a los clientes una sonrisa, nos empiecen a tratar bien y nos colmen de premios, promociones y ofertas.

¿No es extraño que ahora sí nos quieran mucho?, ¿Qué ahora sí valoren a sus clientes?, ¡Eso pudieron hacerlo desde hace años!, ni modo que digan que no se les había ocurrido o que no podían soportar el costo, sus ganancias son multimillonarias.

Me quedé recordando que en el mes de febrero recibí un mensaje en mi cuenta de correo electrónico, instándome a no utilizar por dos días seguidos el teléfono celular, esto con el propósito firme de que las compañías bajaran sus tarifas y en ese texto además, hacían un comparativo sobre el costo de las llamadas de los teléfonos móviles en los Estados Unidos y México.

Por mi parte, cumplí con no hablar con nadie por el celular y afortunadamente no recibí ninguna llamada ni mensaje en mi móvil. ¿Habrá hecho efecto ese acto? O estas últimas acciones asumidas por TELCEL sólo son el reflejo del miedo a perder clientes ante la competencia y por ende, hace que TELCEL esté tan de buena onda.

Mucho me recuerda a la guerra de la telefonía cuando entraron a la competencia del mercado interno de los teléfonos fijos compañías como AT&T, entonces sí, TELMEX, se desvivía por atender a la gente, siendo que durante años los tenía en el arcón del olvido y cuando podía casi siempre nos trataban a patadas.

Por lo pronto no me voy a poner a averiguar si son peras o son manzanas, hay que aprovechar que el gigante de la telefonía celular se pone de modo para beneficiarme un poco.

Evoco en estos momentos una frase que pronunció la maestra Rosy Pérez, durante una de sus magistrales clases de economía: “Donde no hay competencia, hay incompetencia”.


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Remo.

03 abril 2006

¡Sép-ti-mo!, ¡¡Sép-ti-mo!!, ¡¡¡Sép-ti-mo!!!

Cuando el reloj iba a marcar las doce campanadas la noche del 31 de Diciembre de 2005, mis propósitos de año nuevo sólo eran dos, así que mientras apuradamente degustaba las doce uvas, pensaba:

1.- Hacer ejercicio constantemente este año, y

2.- Viajar por mi país.

Así, repetí seis veces cada una de esas frases.

A partir del mes de Enero comencé a asistir regularmente a clases de aeróbicos de 7 a 8 de la noche y de 8 a 8:30 de la noche a clases de baile, los días lunes, miércoles y viernes.

En los últimos días del mes de Febrero mi amigo Álvaro-que conocí en los aeróbicos- me propuso que entrenáramos adecuadamente para que en Octubre de este año participáramos en la carrera del 21 K Oxxo, carrera de medio maratón que patrocina esa cadena de tiendas, por supuesto que acepté, y durante todo el mes de Marzo comencé a prepararme para correr, pues bien, al término del mes de Marzo ya corría yo muy bien los 4 kilómetros, bajo la guía experta de Alvarín, porque él si tiene ya mucha experiencia en este tipo de eventos, así completé la semana de ejercicio, porque martes, jueves y sábado comencé a correr.

La semana pasada nos enteramos que El Club Rotario de Chihuahua, estaba organizando su tradicional carrera de 10 kilómetros, pero al mismo tiempo, iba a llevar a cabo una carrera de 3.5 kilómetros para principiantes, ni tardo ni perezoso me inscribí a ésta última, mientras mi mentor lo hacía a la primera.

Esa competencia se llevó a cabo el día de ayer, aquí la crónica de todo el recorrido.

Obviamente mi idea de correr no era ganar el primer lugar, consciente estoy de que soy un novato, y me faltan años luz para ocupar ese puesto, es más quizá no lo ocupe nunca, pero yo corro por el beneficio de mi salud, no para ganar, así que mi meta era llegar dentro de los primeros cincuenta participantes, (quienes me conocen saben, que siempre me trazo planes alcanzables), mi número de participante era el 704.

La carrera comenzó ayer domingo a las 8:30 de la mañana, desde los primeros 200 metros supe perfectamente quien iba a ganar la justa, yo corría en ese momento en el lugar 22 aproximadamente, después de los primeros 500 metros me ubiqué en el cuarto sitio, a esas alturas yo iba muy rápido, es la mejor salida que he tenido en toda mi vida (contando los entrenamientos previos), cuando llegamos a los 1,000 metros El Zórpilo fue desplazado de mi mente por Remo, quien sabiamente dijo:

- “De seguir este ritmo, vas a tronar tu cuerpo, mejor cálmate agarra tu ritmo respiratorio, y coordínalo con tus pies”.

Y es que con la emoción, los aplausos de la gente, uno se deja llevar fácilmente por las emociones.

En ese momento el primer lugar lo ocupaba un señor de unos 40 años delgadísimo y con una zancada impresionante, el segundo lugar lo llevaba un jovencito de unos 18 años, con pasos cortos pero muy rápidos, y el tercer lugar, era otro señor de unos 45 años de esos que uno al verlo correr dice, este lleva años practicando estas carreras, fácilmente me llevaban unos 150 metros de ventaja.

Llegué a los 2,000 metros y empecé a escuchar unos zapatos tenis que golpeaban muy rítmicamente el suelo detrás de mí, era una pareja de novios que tienen mucho tiempo corriendo juntos, ella al ritmo de él, vestidos de color azul, igualitos, me pasaron lentamente y yo seguí corriendo a mi propio paso.

Al acercarme a los 3,000 metros mi estado de ánimo y mi físico comenzaron a descender al infierno, tenía la boca seca, la legua me pesaba, mis ojos resintieron la salobridad de mi frente y estuve tentado a comenzar a caminar y a abandonar la competencia, sin embargo, Remo salió de mi mente, y René ocupó su lugar diciéndome:

-“Quiero, puedo y debo terminar esta carrera”, Quiero, porque en mi cerebro repicaron las doce campanadas del pasado año nuevo, así que estaba haciendo algo que realmente deseaba. Puedo, porque aunque quizá comience a trotar tengo fuerzas para terminar. Debo, acabar por mi orgullo personal, por mi honor, y porque en mí subsisten gotas de sangre Rarámuri, en humilde homenaje a ellos es que lo voy a hacer.

Seguí corriendo y ya sólo me faltaban 500 metros para terminar, la carrera llegaba a su fin con una vuelta de 400 metros dentro del estadio olímpico de la ciudad deportiva, justo ahí corrió Ana Gabriela Guevara el año pasado.

Entré al estadio justo en el momento en que un chico de 14 años se emparejó a mí, intenté con toda mi fuerza darle pelea, la gente en las tribunas comenzó a aplaudirle al jovencito, porque estábamos protagonizando un cierre, continuamos corriendo al parejo unos 20 metros más, era algo como David contra Goliat, con mis 1.83 metros de estatura y mis 80 kilogramos de peso, parecía un gigante junto a un adolescente de 1.60 metros de estatura justo en ese momento René salió de mi mente, para que Remo me dijera:

- “Déjalo ir, sabes cuales son tus límites, y la velocidad que ese chavo tiene no la vas a superar, un séptimo lugar no está nada mal para quien corre por primera vez en su vida una carrera de este tipo”.

El Zórpilo iba a decirle al chico que tenía una zapatilla desabrochada, quizá con eso el joven se distrajera, también estuvo a centímetros de pisarle un talón para zafarle el tenis, pero Remo intervino a tiempo, y evitó la sucia maniobra.

Desistí del duelo y continué corriendo a mi velocidad normal, juro por mi Dios que esos 400 metros que Ana Guevara corre en menos de un minuto, para mí fueron siglos eternos, ahí bajé por segunda vez al infierno, el sudor perló mi frente, las piernas comenzaron a flaquearme y nuevamente comencé a decirme:

- “Quiero, puedo y debo hacerlo. Quiero porque este fue mi propósito de año nuevo. Puedo porque así sea trotando, caminando, a gatas o arrastrándome voy a llegar a la meta. Debo porque todas estas noches de entrenamiento no pueden irse en vano, por la memoria de mis ancestros va el resto de mí.

Así que mandé al diablo el infierno emocional y físico que sentía y llegué a la meta con la frente muy en alto, ¡Sí señor!

Me recibió un entrenador cubano que me decía:

- ¡Siga caminando, siga caminando!, ¡Denle su medalla de séptimo lugar!, ¡Vaya al centro del estadio, allá hay bebidas refrescantes!

¡Estoy sumamente orgulloso de mí!, Ese séptimo lugar para mí es un oro olímpico.

Ya un poco repuesto, me acerqué al jovencito que me rebasó en la última instancia y lo saludé y felicité sinceramente.

Luego llegaron mis amigas de los aeróbicos a echar relajo, Lolita y sus dos retoños, Cythia y Lucy. Alvarín que corrió los 10 kilómetros llegó en el puesto 31.

Es increíble la cantidad de endorfinas que mi cuerpo comenzó a producir, a partir de ahí no paré de reír, contar mis pésimos chistes, cantar, bailar, etc. Por todo el día...

Álvaro y yo hicimos los estiramientos de músculos debidos bajo la experta guía de una doctora en fisiatría que nos indicó la manera de no amanecer adoloridos al día siguiente.

¿Saben una cosa?, creo que me volví adicto a esto.

Nos invitaron a participar en mayo en una carrera de 10 kilómetros, pero para ser honesto no creo estar preparado todavía para resistir esa distancia, quizá en esa fecha corra yo uno 7 u 8 kilómetros, pero 10 ni soñarlo, luego nos aclararon que en Junio va a haber otra, así que para Junio yo creo que esa sí estará más a tono con mi preparación.

Los voluntarios de la Cruz Roja nos tomaron la presión, mi resultado fue 120/60, me dijeron que es muy buena, (Sonia, necesito tu interpretación), ya ves que eres mi doctora de cabecera.

En la noche me tomé dos aspirinas para amortiguar el dolor de hoy, el cual apaciguaré hoy en la noche en la clase de aeróbicos.

Nunca en mi vida había realizado un esfuerzo físico tan abrumador, por ello me reafirmo en decir:

“La religiosidad es para quien tiene miedo de ir al infierno, la espiritualidad es para quienes ya hemos estado en él”.

Así concluye el relato de este evento, en la que literalmente corrí con mi alma, mi cuerpo y mi corazón.


NaCl-U-2


Remo.