Ando que me hierve la sangre de rabia, ni siquiera pude dormir del coraje que me dió.
Ya lo reza un viejo adagio: "Es bueno ser confiado, pero es mejor ser desconfiado".
Me siento traicionado, humillado, defraudado y por demás decepcionado.
Según tú, estoy armando un huracán en un vaso de agua, o al menos eso es lo que me estás dando a entender, pero ¿sabes cómo es que me siento?, tal como si hubieras sido el fiel depositario de un gran secreto mío y lo divulgaras a los cuatro vientos.
¿En verdad te crees digno de merecer mi confianza después de tal acto?
Sólo te diré que la confianza es como un espejo en donde los amigos se miran a la cara y se hablan de frente, y si por un accidente del destino o en este caso tu estúpida torpeza, se rasga esa pequeña película plateada, podrás tener la suerte de acomodar con muchísimo cuidado nuevamente el espejo en su lugar y hasta de unirlo con pegamento suavemente, sin embargo, ahí estará presente la rasgadura del espejo, cuando te asomes a ver las consecuencias de tu acto.
Lo que realmente me lastima no es que lo que hayas hecho, sino que no tuvieras el valor - o en este momento prefiero llamarle vulgarmente - los huevos suficientes para informarme a tiempo, y no dejar pasar tres meses de distancia para tocar el tema.
La vida sigue su curso, pero te prometo que no perderé la más mínima oportunidad para restregarte a la cara tu falta de consciencia.
NaCl-U-2
Remo.