31 diciembre 2006

Brindis.

Esta será la última noche del 2006, la noche vieja, como dice mi padre.

Doce meses se han ido, y durante ellos si bien lloré, también reí a carcajadas, pero a final de cuentas el balance es más que positivo.

La lección que me deja este año que recién fallece consistió en hacerme saber que cada rictus de dolor padecido no ha sido en vano, sino que me ha permitido recordar que estoy vivo, pues por todos es sabido -y de sobra- que sólo un zombie o un muerto no se inmuta ni ante la alegría ni el llanto.

Gracias 2006, me has revelado que aún conservo mi capacidad de asombro ante un bello atardecer, y que esta vida ajetreada de ciudad no me ha convertido en un robot de rutina, siempre apresurado y previamente programado.

Sí, esta noche antes de la cena haremos en familia una pequeña oración, primero mi padre, y luego mi madre elevarán una pequeña plegaria por la unidad de la familia.

Discretamente estaré estrenando un calzón de color rojo, dicen que atrae el amor, lo usaré no por superstición sino sólo por diversión.

Cuando el reloj aproxime su cuenta regresiva me comeré las doce uvas, y pensaré en mis deseos de año nuevo, los cuales son simples y los mismos no sólo del año anterior, sino los de hace varios años atrás:

1.- Viajar, viajar y viajar (este vale por tres).
2.- Seguir practicando deporte y correr el 21K Oxxo en Octubre (este vale por dos) .
3.- Continuar ahorrando para comprar una casa.

Después de repetir dos veces cada uno (recuerden que tienen valores diferentes y la suma da doce), abrazaré a mis amigos y familiares presentes.

Y por último encenderé una luz de bengala, una efímera cascada de chispas luminosas, saldrá de mi mano primero hacia el cielo, y luego hacia el suelo; pero ojo, que ese acto encierra para mí un gran significado, pues ése será mi brindis de amistad por tí... por tí que estás en tierras lejanas, ausente y al mismo tiempo presente, por tí, estimado y amable lector.

¡Feliz año nuevo 2007!


NaCl-U-2


Remo.

29 diciembre 2006

Sincero agradecimiento.

Hoy deseo dar la bienvenida a un amigo que recién comienza a vivir la experiencia del ciber espacio.

Con gran emoción agradezco el último texto escrito en su página dedicado a mi persona, me siento muy honrado por las palabras impresas en “Psicafecito”.

Gracias Pinko, tu amistad es muy valiosa para mí.

Y como dice esa canción que tan bien se ajusta a mi diario existir llamada "Un puño de tierra": ..."Hay que darle gusto al gusto, la vida pronto se acaba..."

Bienvenido a este mundo de fantasías y realidades virtuales, desde hoy tienes ya un enlace en mi bitácora.


NaCl-U-2


Remo.

28 diciembre 2006

¿Porqué me pasa esto a mí?, ¿Porqué?

¡Basta!

¡¡Ahora sí estoy hasta el copete!!

No es posible que no sólo mis más cercanos amigos y familiares me procuren cuando se encuentran en problemas financieros, ahora hasta mi ex ha procurado sacar ventaja de mi buen corazón en "honor" a los viejos y felices tiempos vividos.

¡Increíble!

¿Qué se piensan?,

¿¿Qué soy su banco personal??,

¿¿¿Qué no tengo sentimientos???

De ahora en adelante dinero que salga de mis bolsillos, dinero que estará respaldado en pagarés con un módico porcentaje de interés; sé que suena duro y materialista, pero para eso me he convertido ya en un zórpilo.

De ninguna manera me parece justo que porque tengo el hábito de ahorrar mis centavitos, el resto se piense que soy multimillonario y que no le doy valor al dinero; mi trabajo me cuesta ganarme unos cuantos pesos y ahorrarlos para después darme uno que otro merecido lujo.



Obviamente, toda la queja anterior es mentira, ya que estamos en el día de los inocentes.

Anden corran y hagan bromas a sus amigos y familiares, también es buen día para pedir algo prestado y no devolverlo jamás, sólo recuerden que al término de la travesura realizada deben decirle a la víctima:

Inocente palomita,
que te dejaste engañar,
¿No sabes que en este día
de nadie te debes fiar?

¡Feliz día de los inocentes! (Y esto no va en broma).


NaCl-U-2


Remo.

21 diciembre 2006

El boteo.

El viernes pasado me ofrecí como voluntario para estar en un boteo a favor de los niños tarahumaras, esta colecta que se lleva año con año fue organizada por una Asociación Civil, la cual en épocas decembrinas recurre a la buena voluntad de la ciudadanía para recaudar fondos.

Mi pequeña contribución consistió en permanecer durante cuatro horas en un crucero solicitando el apoyo de los automovilistas.

En honor a la verdad debo decir que la gente se portó muy solidaria y cooperó bastante bien, cosa que me llena de satisfacción.

Hubo personas que me decían:

- “Si es para los niños rarámuris, si coopero”.

Me gusta (y además quiero) pensar que toda esa ayuda realmente llegará a su destino final, ya que mi esfuerzo fue realizado de todo corazón.

Hasta aquí la situación era normal, ahora relataré algo realmente difícil de creer pero real:

En una de mis múltiples vueltas, al observar el semáforo en rojo me aproximé a una camionetota último modelo, la cual era tripulada por elegante vaquero; traía el tipo anillos, cadenas y brazaletes a más no poder; el diálogo se desarrolló más o menos así:

- Buenas tardes, ¿Gusta cooperar para la niñez tarahuamara?

- Cinco a una, bato.

- Disculpe no le entendí.

- Sí mira, si tú le pones un peso a la alcancía, yo le pongo cinco, ¿Quihubo?

- Órale, trato hecho.

De la bolsa de mi pantalón extraje un billete de cien pesos, se lo enseñé y ante su atenta mirada lo deposité en el bote colector.

El hombre sacó su fina cartera, me devolvió una grave mirada como diciendo “Yo cumplo lo que prometo”, y como quien se quita una pelusa de la ropa, colocó un billete de quinientos pesotes en la alcancía (unos cuarenta euros).

No me interesa saber si el dinero ése era lícito o no, si su acto era de humildad y de buena fe o si era de soberbia y lo hizo tan sólo para calmar su conciencia, sólo pensé en los niños que menos tienen y que iban a salir beneficiados con ese monto, aí que le agradecí, y continué boteando más feliz que nunca y con bríos renovados.

A decir de quienes ya habían participado en ocasiones anteriores boteando, reunir quinientos pesos durante toda la tarde en una alcancía era ya una suma considerable.

Agradezco a todos quienes donaron; pues tanto vale el dinero de aquel niño que cuando su padre me dijo que no traía efectivo, con sus manitas extrajo de su mochila una moneda de un peso; como el de la señora simpática que de moneda en moneda juntó unos cincuenta pesos, o el que dispuso de una cantidad nada común en este tipo de eventos.

Todos a su manera colaboraron en la medida de sus posibilidades y yo sinceramente me siento muy complacido.

Gracias de verdad a todos ustedes, anónimos donantes.

Y a todos ustedes, quienes amablemente me leen, desde aquí mis parabienes y bendiciones, con todo el afecto del mundo les deseo:

¡¡¡Feliz Navidad!!!


NaCl-U-2


Remo.

18 diciembre 2006

Nayjalí.

(Un cuento infernal).

Un grito desgarrador perturbó la quietud de la noche, luego, dentro de la choza se escuchó con fuerza un llanto infantil.

Afuera, tres hombres sentados en cuclillas aguardaban nerviosos el resultado de aquel trance.

No era el calor de la hoguera lo que les provocaba sudar copiosamente, por sus humildes sarapes se colaba un vientecillo helado que les producía escalofríos.

La anciana salió de la humilde vivienda y dirigiéndose al hombre más joven le dijo cansadamente:

- Fue niña…

- ¿Y ella?, ¿¿Y mi mujer??

- Ella… ella descansa ya… no soportó el dolor del parto… lo siento hijo…

El hombre tomó una tea e incendió de inmediato la cabaña con la difunta dentro, después, amorosamente tomó de entre las manos de su madre a la recién nacida y dijo con orgullo:

- ¡Se llamará Nayjalí!

La anciana retiró del fuego la pequeña caldera que contenía un extraño brebaje, con cuidado lo vació en un guaje y miró a su marido.

El hombre más viejo pronunció estas palabras:

- Ya es tiempo, emprendamos el ascenso.

Lentamente aquellas escuálidas sombras subieron paso a paso la escarpada montaña de la Sierra del Nayar, por intransitables senderos se abrieron paso en la negrura de la noche; sus adustos rostros no denotaban emoción alguna, sólo se repetían mentalmente su sagrado deber.

Con la luz del alba alcanzaron la cima, los cuatro bebieron por turno la amarga bebida y el padre de Nayjalí, colocándola sobre su cabeza le habló como sólo un noble lo haría con su heredera:

- Pequeña hija mía, flor del Nayar, Nayjalí.

Todo hasta donde tus pequeños ojos alcanzan a divisar es la heredad de tu raza; mira aquellos valles lejanos y esas crestas rocosas, escucha el trinar de los pájaros mañaneros y el bramido de las fieras salvajes que regresan a su guarida, siente el vibrar de esta tierra, que desde tiempo inmemorial fue nuestra y que por ley natural te corresponden.

Sólo somos sombras de lo que algún día fuimos, eres la última en el linaje de la casa del gran señor que reinaba con fuerza nuestra antigua nación.

Pero eso se terminó ya, Nayjalí, nada queda, nada que podamos ofrecerte; hasta aquí llega la casta de los grandes señores.

Has de saber, hija mía, que en los tiempos del padre de mi abuelo, ellos vinieron con promesas y engaños, primero pretendieron comprar nuestra tierra, pero con orgullo rechazamos sus propuestas y les contestamos que una madre no se vende.

Después regresaron a tomar por la fuerza lo que no les correspondía, oleadas de hombres armados cayeron como lobos hambrientos sobre nuestros pueblos, fuimos vencidos, y humillados nos echaron como a perros, mancillaron a nuestras mujeres y mataron a todo el que valientemente les ofrecía resistencia.

Nada pudimos hacer, con penurias, logramos preservar la noble estirpe del gran rey, y a salto de mata entre barrancas, cañadas y covachas sobrevivimos hasta el sol de hoy, ¿Pero ya para qué?, ¡Ya para qué Nayjalí!

El hombre se sintió desfallecer, el venenoso brebaje comenzó a arrebatarle la vida; su madre, su padre y su tío, yacían ya sin vida sobre el frío suelo…

Con el último aliento, alzó a Nayjalí sobre sus hombros y la arrojó al vacío, al tiempo que pronunciaba en su extraña lengua el terrible juramento que su abuelo le había hecho tomar muchos años atrás.

“Los dioses nos han abandonado, hace tiempo que sus oídos se han vuelto sordos a nuestras plegarias. No nos arrastraremos como serpientes sobre el suelo que un día señoreamos; cerraremos el vientre de nuestras mujeres y nuestra semilla no germinará más, nuestra lengua, nuestra raza y nuestra historia se perderán para siempre en la obscuridad de los tiempos”.


NaCl-U-2


Remo.

14 diciembre 2006

No es que no quiera, es que no se puede.

Tengo por costumbre visitar además de las páginas enlazadas que se encuentran en mi bitácora, los sitios de quienes amablemente me dejan comentarios con el fin de devolverles la cortesía.

Lamentablemente a últimas fechas no puedo escribir en algunos lugares.

La nueva versión "Beta" de no sé que cosa me impide agregar textos, ya que al momento de escribir la contraseña ésta me aparece como incorrecta y de ahí no logro pasar.

El colmo de todo es que en algunas páginas ni siquiera como visitante anónimo logro tener acceso.

En fin, sólo quería decirles a todos quienes me frecuentan, que no piensen que los he abandonado, los sigo leyendo aunque no se pueda comentar.


NaCl-U-2


Remo.

12 diciembre 2006

Dulces dulces.

Visitaba la casa de una amiga cerca del Parque Urueta, como ella todavía no estaba lista para salir, decidí ir a comprar una botella de agua a un taniche cercano.

La tienda está ubicada en una casa antigua, con piso de pequeñas tablas y vigas de madera.

Apenas puse un pie ahí dentro me ganó la nostalgia y me transporté a mi lejana primavera, un conjunto de imágenes se sucedieron, como cuando en mi rancho acudía a comprar a la vieja casona donde estaba ubicada la tienda de Doña Lolita.

Inmediatamente reconocí el olor característico de ese tipo de pisos de madera que al ser trapeados con aceite remiten a lo rústico, a lo campirano, a mis raíces…

No podía creer que en esta época de globalización donde todo viene de China, subsistieran aún los dulces de mi feliz infancia, y ahí en medio de gomitas, fresitas, conos de jamoncillo, huevitos de coco, vasitos de tamarindo, chocolates Carlos V, ticos y quiebra muelas, me sentí como niño con juguete nuevo.

Casi estoy seguro de haberme visto a mí mismo pero de siete años de edad cuando fugazmente pasé frente al espejo del comercio.

Olvidé por completo comprar mi botella de agua y salí de la tienda con un buen paquete de golosinas.

¡Ah… no cabe duda que recordar es volver a vivir!

Por supuesto que fui incapaz de comerme todos los chuchulucos yo solo, so pena de padecer un coma diabético, por lo que al día siguiente, “desinteresadamente” las seis bocas de mis sobrinos dieron cuenta del resto.

Dulce infancia, dulces sueños, dulces recuerdos, dulces dulces…


NaCl-U-2


Remo.