28 febrero 2006

Veracruz, rinconcito donde hacen su nido las olas del mar…

En tres ocasiones he tenido la fortuna de visitar ese hermoso puerto, por desgracia ninguna durante su famoso carnaval, pero no pierdo las esperanzas...

En el año de 2001, trabajaba en PONDERCEL, S.A., cuando para nuestra mala suerte la empresa cerró su unidad celulosa, quedando en operación únicamente unidad papel. Como encargado de la nómina del personal sindicalizado, mi trabajo se vio reducido a menos de la mitad, por lo que la gerencia decidió cerrar mi puesto.

Ni tardo ni perezoso, comencé a planear algo que ya tenía en mente: Viajar desde mi norteña tierra hasta Cancún, eso sí evitando el Distrito Federal.

La ruta trazada fue la siguiente: Chihuahua, Monterrey, Tampico, Veracruz y Cancún, la vía de regreso fue un poco diferente.

En la central camionera de Poza Rica, Veracruz es donde comenzó la historia.

Decidí viajar por la carretera costera hasta el puerto de Veracruz, para hacerlo económicamente abordé un camión de segunda clase, el cual no tenía aire acondicionado, pero eso era lo de menos, con abrir la ventanilla quedaba solucionado el problema.

Fue así como conocí de pasadita la central camionera de Papantla, enclavada en lo alto de una colina, donde sólo Dios sabe como acomodan los camiones, yo lo único que pedía es que los frenos del camión no fueran a fallar, de ahí hacia el sur el recorrido fue espectacular.

A escasos cien o doscientos metros de la carretera se podía observar el mar, ¡Quedé enamorado del tramo entre Papantla y Nautla!, ¡Qué maravillosa vista!, estuve realmente tentado a bajar de autobús sólo por el placer de quedarme unos días en uno de los múltiples hoteles que bordean esa ruta. Mucho tiempo después supe que ahí le llaman “La Costa Esmeralda”. Si algún día tengo dinero me compraré un terreno ahí o ya de perdida una casa rodante y viviré un buen tiempo del año en esas playas.

El viaje continuó con esa vista impresionante del mar, el cual con su más intenso color azul me invitaba a disfrutarlo, llegamos a una ciudad que se llama Cardel, donde muchos chicos y chicas en edad de secundaria subieron al camión, el acento de esos jóvenes me recordó que estábamos ya en las proximidades del puerto.

Llegué a la central camionera, la cual no dejaba de sorprenderme el hecho de que no tuviera ventanas de cristal ni puertas metálicas, sino que está así como una obra en plena construcción sólo con muros, como al aire libre, claro con el intenso calor no es para menos. De inmediato tomé un taxi y le dije al chofer que me llevara al centro de la ciudad, (Sabido es que en el centro de cualquier ciudad es donde abundan los hoteles baratos, quizá no decentes, pero sí económicos).

Elegí un hotelito más o menos respetable que me cobraba $ 100.00 (Cien pesos la noche), y me dediqué a recorrer un poquito el malecón, bueno no fue tan poquito, ya eran las doce de la noche cuando observaba boquiabierto que muchos equipos de fútbol disputaban partidos en la arena de la playa, eso sí con árbitro y todo, los jarochos ven eso tan normal... Por supuesto que para uno es algo sumamente curioso.

Al día siguiente fui a buscar a una maestra amiga de mi mamá, ellas estudiaron juntas en la Escuela Normal de Saucillo, pero desde que se graduaron no han vuelto a verse, porque mi madre nunca trabajó como profesora fuera del Estado de Chihuahua, y en cambio a ella la enviaron a Veracruz.

¡Esa es amistad!, miren que llevar ya más de 35 años de no verse y sólo mantienen comunicación a la usanza antigua por carta de correo tradicional.

Lamentablemente no encontré a la maestra Gloria, le dejé la carta con su mamá y me fui de inmediato a conocer el Castillo de San Juan de Ulúa, mientras esperaba el urbano que me iba a llevar, me deleité el paladar con una refrescante y deliciosa agua de piña.

¡Qué lugar tan impresionante es ese Castillo!, guarda tanta historia de mi México lindo y querido que es casi imposible narrarla en su totalidad, sólo recuerdo que en la entrada formé parte de un grupo dirigido por una guía muy simpática y experta en historia que me explicó muchas de las tramas que ahí se desarrollaron:

- “Mire, cuando los españoles llegaron a esta isla (Hoy unida al puerto por una carretera), aquí los indígenas los recibieron con el grito de “Ulúa, ulúa”, que significa en lengua totonaca: Bienvenidos. El día que los españoles llegaron aquí fue el día de San Juan, liderados por el capitán español Juan de Grijalva”.

“Aquí estuvo preso Melchor Ocampo, en esta celda se encarceló a “Chucho el roto” ese Robin Hood a la mexicana el cual dicen que en una visita que Porfirio Díaz hizo a esta prisión le robó el lujoso reloj que portaba, y en esa piedra llamada “La Loba”, castigaban a los presos rebeldes, calentaban la silla de piedra al rojo vivo y luego sentaban en ella a los reos”.

“Ese es el puente del último suspiro, porque cuando lo cruzaban sabían que difícilmente iban a salir vivos de aquí, debido a las condiciones insalubres de este lugar, ¡Sólo imagínese tantos hombres hacinados donde comían y excretaban en el mismo lugar, sin contar el calor y las enfermedades!, muchos morían, pero la cárcel siempre estaba llena”.

“El último reducto español cuando México logró su independencia fue este lugar, porque los mexicanos no tenían armas de largo alcance, y los gachupines se hicieron fuertes aquí, se negaban rotundamente a abandonar nuestra patria”.

“Este castillo fue tomado por los invasores norteamericanos en la época del mal presidente y pata de palo de Santa Ana”.

“Si usted algún día ve la película “Antes que anochezca” con Javier Bardem (Película nominada a un Óscar), recordará este castillo porque debido a la trama el gobierno cubano no permitió que la película se filmara en el Castillo del Morro de la Habana, por lo que se hizo aquí.

“Ve usted esa esquina del muro, de ahí se tiró Robert de Niro al mar en una película.

“Observe usted los grueso de las paredes del castillo, en algunos lugares el grosor es hasta de nueve metros, todas las paredes se construyeron con material coralino extraído del fondo del mar, ¿Se imagina cuánta gente murió edificando este lugar?”.

“En esta prisión era casi imposible la fuga, por la enorme cantidad de tiburones que existían entre esta isla y el puerto, todavía hace algunos años se podía ver gente en el centro de Veracruz sin un brazo o una pierna, producto de las mordidas de los escualos”.

“Como punto final lo invito a que vaya al museo que está en aquella ala, ahí observará pistolas, espadas, cañones y una armadura metálica de la época de Hernán Cortés”

Amo la historia de mi país, esa explicación se me quedó grabada con letras de fuego, completamente maravillado me prometí volver nuevamente a visitar es lugar en un futuro.

Estar en el puerto y no conocer su acuario y el museo de cera anexo es como no ir a Veracruz, pasé fácilmente media hora observando en un tanque especial uno de mis animales acuáticos favoritos: las mantarrayas, las cuales daban vueltas y vueltas alrededor mío, en medio de rayas (Que son más pequeñas que las mantarrayas) peces multicolores y tiburones. Observar los manatíes fue otra experiencia impresionante.

No podía dejar de tomar un viaje en un camioncito muy simpático que lo toma uno en el centro y lo lleva a recorrer los lugares de interés de la ciudad, para lanzarme luego a recorrerlos a pie, durante el recorrido le sirven a uno una bebida típica que se llama “torito”, si de por sí soy relajiento, imagínenme en el sol del trópico y con bebidas alcohólicas, ¡No, no, no!, aquello fue de pura fiesta, en ese recorrido conocí una joven pareja de Guanajuato con la que me acoplé muy bien, y nos fuimos esa tarde al café “Los Portales” a probar un café lechero, el cual te sirven en un vaso y a medida que el líquido en forma de chorro va saliendo de la cafetera, la alejan y acercan de manera rítmica, sin que te salpique una sola gota. Por en la noche nos fuimos a presenciar a los danzoneros en pleno centro, ahí se reúnen a bailar desde niños, adolescentes y adultos hasta personas de la tercera edad, el alma jarocha es pachanguera por excelencia.

¡Qué difícil es bailar danzón!, yo trataba de seguir el ritmo con mis pies pero de plano no pude ¡Y miren que la lucha si le hice!

Al término del espectáculo de danzón, un grupo de brasileños se pusieron a bailar “capoeira”, ¡Mis respetos!, bailar una especie de samba al tiempo que se practica un arte marcial sin perder jamás el ritmo es algo demencial para la pupila humana, no deja uno de asombrarse de los saltos mortales que los tipos dan con los pies descalzos en el asfalto, intenté comprar un amuleto de los que vendían los cariocas, pero no lo logré, se agotaron en un santiamén.

Después de tantas emociones, caminamos un rato por el Boulevard Salvador Díaz Mirón, ese paseo fue muy grato, pacífico y edificante.

Al día siguiente me fui con los guanajuatenses a la playa de Mocambo, según ellos la mejor de Veracruz, debo confesar que ese sitio no me desilusionó para nada, había muchas cositas buenas que ver y además me dediqué holgazanamente a tomar el sol y a meter sólo los pies al agua, no tenía ganas de nadar, ahí comí por vez primera los volovanes de piña, de jamón, de mariscos, ¡Qué delicias!

Esa tarde nos fuimos a cenar a Boca del Río, un lugar pintoresco con muchos restaurantitos baratos y con comida típica de ese estado, por supuesto que pedí, mi “Arroz a la tumbada”, con lo que me gustan los mariscos creo que el mesero que me atendió nunca había tenido un cliente tan comelón como yo, por la noche a una discoteca en la zona hotelera a bailar los ritmos de moda, ahí fue donde me despedí de los guanajuatenses, porque ellos viajaban a su tierra muy de madrugada y yo me quedaba otro día más en ese maravilloso lugar.

Al otro día, fui nuevamente a visitar a la maestra Gloria, quien me recibió muy bien, es una persona muy simpática y alegre (Como todo veracruzano), conversamos muchísimo y me despedí, no sin antes decirle que iba a volver aproximadamente en un mes, en mi ruta de regreso de Cancún.

En el mercado simplemente quedé sorprendido por la gran variedad de mangos que se cultivan en aquella tierra, pude contar al menos como unos nueve diferentes, aunque los tianguistas me aseguraron que había muchas más variedades.

Después tomé fotos a las estatuas de Agustín Lara y Toña La Negra, no sin antes entrar en una de las capillas más antiguas de la América continental, edificada cuando los españoles se establecieron en la antigua “Villa Rica de la Vera (Verdadera) Cruz”, a la postre Veracruz. Es una capilla blanca muy sencilla, donde en mis locuras me imaginaba que estaba pisando el mismo pedazo de loza sobre el que un día estuvieron Hernán Cortés y La Malinche.

Y este fue mi relato del primer viaje que realicé a Veracruz, los dos subsecuentes no son muy diferentes, uno un mes y medio después y el otro en el año 2003.

En el segundo viaje conocí un lugar que se llama Conchal, donde también se come muy bien y por muy buen precio.

Y en el tercer viaje me gané un amigo sonorense con el cual estoy en contacto vía electrónica desde entonces y que trabajaba en ese tiempo en un hotel de aquella bendita tierra. Mi amigo para colmo se llama igual que yo, y es igual de alegre que este servidor: ¿Te acuerdas René?

Por esas fechas acababa de fallecer Celia Cruz, de por sí los bullangueros veracruzanos no paran de cantar y bailar, ¿Se imaginan a esas almas fiesteras rindiéndole tributo a la reina de la salsa?, aquello era un alboroto, por todas partes del puerto se escuchaba “La vida es un Carnaval”.

En compañía de mi nuevo amigo, di otra vez el recorrido en el camioncito urbano por el centro de la ciudad.

Cerca del mercado de artesanías se encontraban unos chicos gritando: “Güero, güera, güero, güera, güero, gúera…” a una velocidad increíble y sin equivocarse (Prueben a hacerlo y les aseguro que se les traba la lengua), es de esa manera como ellos llaman la atención de los clientes y uno entra a comerse una refrescante nieve a un localito, yo la pedí de mango.

Recorrimos los muelles en donde se tiene por costumbre arrojar al mar una moneda y los niños se lanzan a sacarla. Dicen que eso es de buena suerte, bueno al menos creo que para esos pequeños tritones si es buena suerte, deberían ver con que agilidad nadan esos pequeñines, (¡Comité Olímpico Mexicano, de ahí pueden salir medallas de oro para México en natación!), yo sin mucho empacho lancé unas cuatro monedas de cinco pesos.

En esa ocasión estuve en “El Baluarte de Santiago” el cual lamentablemente estaba cerrado y no pude presenciar una exposición de joyas de la corona, pero no me desanimé y continué caminando de aquí para allá, (Ya saben ustedes como soy pata de perro chihuahueño).

Fue esa ocasión que tuve la gracia de saborear las garnachas y un platillo hecho a base de arroz y plátano macho guisado con crema encima realmente exquisitos, (No sean mal pensados ni albureros), también tuve la oportunidad de estar sólo de paso en esa ciudad mundialmente famosa llamada Catemaco, ahí sólo estuvimos un par de horas, y debo decir que la belleza de su laguna realmente me agradó, estuve tentado a ir a hacerme una limpia, pues a decir de los lugareños ahí en cada esquina de esa población hay un brujo.

Se preguntarán ustedes que fue lo que me animó a relatar este viaje y escribir este texto, la respuesta es muy sencilla, en aquellas latitudes ya inició la lucura del carnaval.

P.D. ¡Veracruz, hermosa tierra de mi patria, espera en un futuro mi festivo retorno!


NaCl-U-2


Remo.

1 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Si quieres practicar la capoeira en chihuahua, puedes entrar a la pagina www.abadachihuahua.tk
y encontraras mas informacion sobre clases y todo

1:06 p.m.  

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