De como me convertí en zórpilo.
(O carta a G.).
Te vi, dejé que mi cobardía se hiciera pedazos, me acerqué y te dije:
- ¡Hola!
No era un hola jovial ni con mucha fuerza, más bien era un hola tímido, casi apagado.
Tú me correspondiste con esa sonrisa que iluminó la faz de mi mundo, de mi tierra, de mi cielo y de mi mar.
Hablamos de mucho, de todo y de nada, te espero en Chihuahua, te dije al marcharme, tú me sonreíste y me dijiste adiós…
¡Qué lejos está esa hora en que me atreví proponerte un proyecto de vida!
Ilusionado como la marea ante la luna llena, preparé tu regreso, tu vuelta, tu retorno; y así esperé como la hormiga aguarda el crudo invierno, trabajando, ahorrando, trabajando.
Viajamos por eras de espacios y tiempos, en tres simples horas se nos fue la vida.
- ¿Quieres ser mi esposa?, - te dije impaciente.
Sólo tu sonrisa obtuve por respuesta.
No escuché tu voz que algo murmuraba, sólo sé que un momento tus hermosos dedos se volvieron garras, te abalanzaste sobre mi pecho y atrapaste mi corazón. Cuando aseguraste a tu presa, lo sacaste a la superficie.
Tuviste la crueldad de mostrármelo así; cálido, palpitando, chorreando de sangre…
Luego con una mueca de desprecio me dijiste:
- ¡No!
Y arrojaste con furia mi amor a la calle.
Bajaste de mi auto mientras yo moría, ni una sola vez volteaste la cara para ver mi triste agonía.
Al fin reaccioné, alcé mi voz lo más alto que pude, y grité, pero no me oíste.
Te alejaste triunfal y no escuchaste mi juramento…
El viento se llevó mis palabras, - que aún, si prestas atención -, resuenan en el estacionamiento del cinema… Y son: “Altivas montañas…”
El tiempo curó mi herida, y hoy, después de tres largos años te atreves a hablarme, ¡Estúpida incauta!
¿Qué la vida no te ha tratado bien?, ¡Qué me importa!
¿Qué no sabías lo que hacías?, ¡Fue tu elección!
- ¿Puedo ser tu amiga?
- ¡Déjame pensarlo!
- ¿Podemos intentarlo nuevamente?
- ¡Tengo un amor!
- ¿Qué no tienes corazón?
- ¡No!, ¡Tú lo asesinaste!
Si tan sólo hubieras escuchado mi promesa, jamás te atreverías a tan siquiera hablarme, ¡Aléjate!, ¡Vete!, ¡Corre!, ¡Huye de mí!, antes que este zórpilo adormecido como brisa de paciencia, se convierta en furia de huracán.
NaCl-U-2
Remo.
Te vi, dejé que mi cobardía se hiciera pedazos, me acerqué y te dije:
- ¡Hola!
No era un hola jovial ni con mucha fuerza, más bien era un hola tímido, casi apagado.
Tú me correspondiste con esa sonrisa que iluminó la faz de mi mundo, de mi tierra, de mi cielo y de mi mar.
Hablamos de mucho, de todo y de nada, te espero en Chihuahua, te dije al marcharme, tú me sonreíste y me dijiste adiós…
¡Qué lejos está esa hora en que me atreví proponerte un proyecto de vida!
Ilusionado como la marea ante la luna llena, preparé tu regreso, tu vuelta, tu retorno; y así esperé como la hormiga aguarda el crudo invierno, trabajando, ahorrando, trabajando.
Viajamos por eras de espacios y tiempos, en tres simples horas se nos fue la vida.
- ¿Quieres ser mi esposa?, - te dije impaciente.
Sólo tu sonrisa obtuve por respuesta.
No escuché tu voz que algo murmuraba, sólo sé que un momento tus hermosos dedos se volvieron garras, te abalanzaste sobre mi pecho y atrapaste mi corazón. Cuando aseguraste a tu presa, lo sacaste a la superficie.
Tuviste la crueldad de mostrármelo así; cálido, palpitando, chorreando de sangre…
Luego con una mueca de desprecio me dijiste:
- ¡No!
Y arrojaste con furia mi amor a la calle.
Bajaste de mi auto mientras yo moría, ni una sola vez volteaste la cara para ver mi triste agonía.
Al fin reaccioné, alcé mi voz lo más alto que pude, y grité, pero no me oíste.
Te alejaste triunfal y no escuchaste mi juramento…
El viento se llevó mis palabras, - que aún, si prestas atención -, resuenan en el estacionamiento del cinema… Y son: “Altivas montañas…”
El tiempo curó mi herida, y hoy, después de tres largos años te atreves a hablarme, ¡Estúpida incauta!
¿Qué la vida no te ha tratado bien?, ¡Qué me importa!
¿Qué no sabías lo que hacías?, ¡Fue tu elección!
- ¿Puedo ser tu amiga?
- ¡Déjame pensarlo!
- ¿Podemos intentarlo nuevamente?
- ¡Tengo un amor!
- ¿Qué no tienes corazón?
- ¡No!, ¡Tú lo asesinaste!
Si tan sólo hubieras escuchado mi promesa, jamás te atreverías a tan siquiera hablarme, ¡Aléjate!, ¡Vete!, ¡Corre!, ¡Huye de mí!, antes que este zórpilo adormecido como brisa de paciencia, se convierta en furia de huracán.
NaCl-U-2
Remo.
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