07 julio 2006

El regalo perfecto.

¡Ah, mujeres, mujeres!, ¿Quién las entiende?

Hoy por la mañana mi novia Marcela se soltó llorando cuando le entregué el regalo por su cumpleaños, acto seguido, en lugar de agradecérmelo, se enojó de gran manera y me cerró la puerta de su departamento en la nariz.

He consultado con todos mis amigos varones para conocer su opinión y ninguno me asegura que mi regalo haya sido inadecuado, algunos sugieren que la actitud de Marcela se debe a que probablemente se encuentre en esos días en que las mujeres por todo sueltan el llanto y son más sensibles de lo normal o de plano hay quien insinuó que su amor por mí es fingido.

Yo me inclino a pensar más que mi Marcela atraviesa por una pequeña depresión por el hecho de estar lejos de su casa, en una ciudad ajena estudiando la Universidad.

Aquí ella está lejos de sus padres y hermanos, seguro esa es la causa de su desasosiego, dejaré que desahogue sus penas con la almohada un buen rato y luego me presentaré a consolarla, a final de cuentas yo soy el indicado para ofrecerle mi hombro y darle más grande de los consuelos.

Conocí a Marcela de una forma muy extraña, ambos coincidimos en la estación de gas, yo llevaba en mi troca mi tanque de 45 litros para ser reabastecido.

Mientras hacía fila, ella llegó empujando un diablito en el cual cargaba su pequeño tanque de 20 litros, el cual conecta a su pequeña estufa para cocinar lo indispensable.

Al momento de verla me dije: Miguel, esta chica la tienes que conocer a cualquier precio, y más rápido que inmediatamente comencé a trabar charla con ella, debo haberle caído muy bien, porque incluso llegamos a bromear.

Como es de suponer, caballerosamente me ofrecí a llevarla a su domicilio en mi mueble, no era cosa de ver a una chica tan bella cargar un tanquecillo de gas; haciendo gala de mi fuerza física levanté en vilo sobre mis hombros el pequeño artefacto y lo llevé hasta la cocina de su departamento.

Así fue como principió nuestra amistad, el fin de semana siguiente la invité a salir al cine, proyectaban la nueva versión de “La masacre de Texas”, un filme de terror, justo como a mí me gustan las cintas, con mucho ruido de motosierra y sangre a raudales, a Marcela no le gustó para nada la película, ella es más de filmes rosas que a mí me provocan sueño, durante la función me permitió abrazarla y esa noche encantada aceptó ser mi novia.

Llevamos ya siete meses de feliz pareja y nunca la había visto llorar, mucho menos enojarse, yo puedo jurar que nuestra relación es perfecta, por lo que no me explico el porque de su actitud esta mañana.

Desde una semana antes a su onomástico me previne adecuadamente, no tenía que pensarlo mucho, mi regalo es perfecto y fue avalado por todos mis amigos, así que acompañado del buen Jaime adquirí el bendito presente causa de las lágrimas de mi bella amada.

Bien, me voy.

Interrumpo mi relato porque tengo que ir al mercado para comprar carne de res y verduras, después los llevaré a la casa de Marcela y prepararemos un caldo delicioso, como dice el dicho: “Las penas con pan son menos”, pero lo más importante es que nos daremos el gustazo de estrenar el regalo que hoy le hice a mi novia.

Ya lo veo:

Ella cortando la carne y las verduras mientras me ofrece una sincera disculpa por lo ocurrido en la mañana y yo con mis herramientas instalando a su estufa el tanque de gas nuevecito de 45 litros que le compré como regalo de cumpleaños, ¿No es una escena romántica?


NaCl-U-2


Remo.

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