15 noviembre 2006

“Tampico hermoso, oh puerto tropical…”

Con la llegada de un nuevo día, arribé a Tampico, un coraje la noche anterior jamás será capaz de arruinarme un solo día, mucho menos mis vacaciones en la playa.

Comencé a escribirle a Carlos mensajes a su celular, pero lamentablemente se encontraba en el estado de Hidalgo por lo que no fue posible conocerlo, quizá era lo mejor, el azar permitió que el gigante azul escuchara en silencio mis pensamientos.

Me instalé en un hotel céntrico e inmediatamente salí a caminar; divertido leí como es que en Tampico el Noa Noa, es un restaurante y el Escape un club para hombres heterosexuales, (algo totalmente diferente y opuesto a Chihuahua en el primero y segundo de los casos).

Mi desayuno consistió en una orden de bocoles (gorditas de manteca de cerdo rellenas de varios guisados con requesón y rodajas de aguacate encima y un globito (bebida elaborada con leche, hielo, rompope, canela y azúcar).

Comenzó a llover y no me quedó más remedio que refugiarme en el kiosco de la plaza de armas, desde ahí pude apreciar las ardillas negras y rojas que suben y bajan en los árboles y que son alimentadas con cacahuates por los turistas.

Me decidí entrar a la catedral y como siempre, me llevé un buen tiempo inspeccionando con detenimiento ese tipo de construcciones.

Descubrí con asombro que los azulejos que forman el pasillo central de ese templo, el cual lleva directamente al altar, tienen dibujada la suástica utilizada en la bandera alemana durante la segunda guerra mundial, ¡Increíble!, realmente increíble mi hallazgo.

Me hubiera gustado saber como es que ese símbolo hindú llegó a una catedral mexicana, durante que fecha, por idea de quien, y mil preguntas más que se agolparon en mi cabeza, pero nadie respondió mis cuestionamientos. Tomé fotografías de esa curiosidad y salí de ahí.

Deambulé por el centro de Tampico sin rumbo fijo, hasta que llegué a una esquina que decía:

“Cine Olimpia, las mejores películas europeas, prohibida la entrada a menores de edad”.

¡Vaya!, hacía años que no me adentraba en una sala que proyectara películas pornográficas por lo que decidí entrar. (Cabe aclarar que en Chihuahua ese tipo de cines no existen).

Varios minutos tardé en adaptarme a la obscuridad, y cuando lo había logrado, la función terminó, el dueño del lugar abrió puertas y ventanas, permitiendo una visibilidad total, mientras anunciaba que había gran surtido de lonches y golosinas en la dulcería del lugar (como si a uno se le antojara comer en un lugar así).

El Olimpia es un cine pequeño con asientos de cuero, tomé asiento en las primeras filas alejado unas seis butacas del más próximo espectador y me dispuse a disfrutar de la siguiente proyección.

En realidad no son cintas legales, lo que ahí proyectan, sino D.V.D. piratas de películas europeas de fechas recientes, según pude ver algunas fueron filmadas incluso en este año; llevaba como una hora en el lugar y me encontraba bastante entretenido presenciando como a una chica aparentemente de nacionalidad checa la penetraban entre cuatro tipos por todos lados cuando de pronto sentí una presencia que tomaba asiento en la butaca próxima de mi lado derecho, era un chavo que a lo mucho tendría dieciocho años y me dijo en voz baja:

- Si quieres te la mamo…

- ¿Qué, qué?, ¿Estás loco o qué?, -un ataque de risa nerviosa se apoderó de mí, me puse de pie sin dirigirle la mirada y salí del lugar…

¡Joder!, ya no puede uno disfrutar tranquilamente de una buena dosis de porno a solas, porque lo asedian.

¿Qué acaso los voyeur no tenemos derecho a un rato de solaz esparcimiento?…

Ya era tarde, por lo que fui a cenar un delicioso cóctel de camarones.

Al día siguiente el desayuno consistió en una migada (especie de tortilla gruesa sobre la que ponen una cama de frijoles negros machacados, y luego carne de pollo deshebrada, rodajas de tomate, lechuga, aguacate y queso), como bebida ordené una malteada de crema de coco… Delicioso, simplemente delicioso.

Acto seguido compré un boleto para una obra de teatro a las siete de la tarde llamada “Secretos de un Colchón”, en el Teatro Metropolitano, el elenco era de lujo: Rogelio Guerra, Alejandra Procuna, La Maestra Canuta, La Tarabilla, Pompín Iglesias (celebrando 60 años de actor) y Sergio Goyri, terminaría el espectáculo a las nueve de la noche, el tiempo justo para llegar a la central y tomar el camión de las diez de la noche con destino a Chihuahua.

Sin pensarlo mucho y aprovechando que el sol caía a raudales, me fui a la playa, pregunté a una señora cual de las dos playas era la más bella si la del sur o la del norte, al decirme ella que cualquiera sería una buena elección, eché un volado, si la moneda caía águila elegiría el norte, si caía sello sería la del sur, la suerte decidió que iría a la playa norte, sin embargo, después de esperar más de diez minutos al camión urbano que me llevaría a tal sitio, apareció en el horizonte un camión que decía “Playa Sur”, por lo que lo abordé de inmediato.

No es que sea impredecible, lo que ocurre es que cuando se tiene tan poco tiempo para disfrutar de la playa, uno debe de desaprovecharlo así como así, sino optimizarlo al máximo.

Tirado cuan largo soy sobre un camastro y a la sombra de una palapa, observé de lejos como un barco se adentraba en el Golfo de México y perderse en la inmensidad, sentí gran placer restregar las plantas de los pies en la arena, acto seguido, me dirigí al mar sin adentrarme mucho, ya que las olas eran bastante fuertes, y el “norte” había picado el mar.

Duré horas disfrutando del sol, la arena y el agua salada, eran las 5:45 de la tarde cuando decidí retirarme y subir a un camión urbano, le dije a un chofer, que me indicara donde bajar para llegar al Teatro Metropolitano, asintió y me llevó sabrá Dios a donde, porque cuando le recordé a donde iba, se asombró y me dijo:

- Ese lugar lo pasamos hace veinte minutos…

Bajé del autobús y tomé un taxi, llegué al teatro a las 7:20, yo iba algo triste por no presenciar la obra desde su inicio, pero al llegar una edecán me calmó diciéndome que por problemas técnicos la función comenzaría hasta las 7:30 de la tarde.

Definitivamente alguien o algo (de arriba o abajo, de izquierda o derecha), se empeñaba en que yo siguiera disfrutando en su totalidad mi última noche de vacaciones, así que lo tomé como la dosis de adrenalina y aventura que me faltaba para redondear completamente esos días.

Reí como loco en esa comedia de enredos y al final tomé fotografías de los actores, sé que está prohibido hacerlo, pero ni modo que me sacaran del lugar, si la función ya había terminado...

No sé cuando volveré a Tampico, pero deseo hacerlo nuevamente, es una ciudad económica y en la que uno con la debida actitud, la pasa realmente bien.

Carlos: Me debes un brindis con agua de huapilla, una torta de la barda y unas jaibas rellenas.


NaCl-U-2


Remo.

4 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Estomado Remo:

Muy entretenidas tus narraciones, pero ¿y las fotos?.

Poly

6:42 p.m.  
Blogger gªbº dijo...

hola ke tal aki apareciendo de nuevo, ke bueno lo de tu viaje, espero tener algunas cosas nuevas ke contar y poner en mi blog como tu saludos.

8:22 p.m.  
Blogger Magda dijo...

De verdad Remo, cada vez que leo las narraciones de tus viajes, me transporto a ese lugar.
Me encanta que no se te atora nada y a todo le sacas provecho.
Eres un alma libre :)

10:22 a.m.  
Blogger 315517 dijo...

"...es una ciudad económica y en la que uno con la debida actitud, la pasa realmente bien."

O sea, mi estimado don Zórpilo, después de leer lo del Noa Noa y lo de su sentido de la discreción en un cine de contenido educativo... me quedo con su extrema delectación culinaria, que me despierta las papilas gustativas de una manera salvaje.

ñ_ñ

1:40 p.m.  

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