14 febrero 2007

Sagrado ritual.

Esa mañana Ko’orí se levantó con un brillo diferente en los ojos, nadie lo advirtió, excepto el pequeño charco que se había formado fuera de su humilde choza… su choza, recién construida…

Ese día se sentía Ko’orí fuerte y poderoso, más que cualquier otro día, más que nunca.

Hasta el mediodía, Ko’orí había permanecido en total estado de alerta, expectante al menor movimiento que se presentara bajo la barranca, cuando una silueta apareció en el fondo del cañón, la adrenalina fluyó en su torrente sanguíneo como la brava corriente de agua que se desliza en cascadas hacia abajo, sin pensarlo demasiado con un rápido movimiento lanzó una blanca piedra a una distancia calculada y esperó pacientemente.

La pequeña piedra surcó sin mucha fuerza el aire y cayó justo a los pies de Ra’itza.

No era una piedra común, era una pequeña roca muy especial, de esas de color blanco que todo mundo conoce como piedras de lumbre, las cuales se utilizan en par y frotándose constantemente la una con la otra consiguen producir chispas en pocos segundos, acto insignificante para muchos, pero sumamente valioso y efectivo para iniciar el fuego de una hoguera.

Ra’itza, miró con disimulado gusto la piedra, sonrió para sus adentros, la recogió, y de inmediato la arrojó al tiempo que emprendía una veloz carrera.

Esa era la señal, la regla no escrita por sus ancestros.

A medida que Ra’itza ganaba velocidad en su loca huída, el viento no terminaba nunca de susurrarle cosas bellas al oído, y se sintió ella más ella… más mujer.

Ahora Ko’orí lo sabía cabalmente, la piedra había regresado a él y nada ni nadie podría detenerlo, como una flecha se abalanzó cuesta abajo, difícilmente el mejor corredor en la rarajípame podría superarlo en esos momentos.

Metro a metro, Ko’orí no perdía de vista su objetivo, más no le era fácil, a pesar de ser un corredor consumado y de haber abatido varios venados a fuerza de resistencia durante días de persecución con sus poderosas piernas, esta vez la presa no obedecía a un instinto animal, sino que razonaba y a propósito buscaba las breñas más difíciles.

Así transcurrió una hora de persecución.

Cuando Ko’orí tuvo a su presa al alcance de la mano, la tomó bruscamente del cabello y la tiró al suelo, rodando ambos cuesta abajo.

Ra’itza miró directamente a los ojos de Ko’orí, ambos sintieron el loco latir de sus corazones que querían fundirse en uno solo, luego cerraron sus ojos lentamente y juntaron sus cálidos alientos, no era un beso común y corriente, era un beso sagrado.

Y ahí, a la sombra del imponente Pico de Mohinora; la Sierra Tarahumara fue testigo fiel de aquel encuentro, de aquel venerable ritual llamado matrimonio, según las antiquísimas costumbres del país de los rarámuris, el país de los hombres de los pies ligeros.

P.D. ¡Feliz día del amor y de la amistad!


NaCl-U-2


Remo.

5 Comentarios:

Anonymous Anónimo dijo...

Excelente cuento, para mi gusto, el mejor de todos o que he leido de tu autoria.

Felicitaciones felices

Poly

10:15 p.m.  
Blogger webita dijo...

bonito, muy bonito!!! Felicidades pa´ti tambien! Un abrazo

8:50 a.m.  
Blogger Sivoli dijo...

Chido el cuentito, compa. Neta.


Aunque pensé que el tipo ese la había descalabrado, snif.

2:29 p.m.  
Blogger Magda dijo...

Bella historia de amor Remo.
Un poco tarde, pero espero que te la hayas pasado genial.
¡Abrazos fuertes!.

3:41 p.m.  
Blogger 315517 dijo...

Muy bien narrado como siempre, espero que lo hayas disfrutado en buena compañía.

Ö_Ö

10:35 a.m.  

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