La venganza es un plato que se sirve frío…
(Un cuento infernal).
Capítulo Uno.
Vivía yo en un pueblo pequeño, cuando te vi caminando por la calle que lleva al arroyo, me quedé prendado irremediablemente de ti.
Cierta vez reuní todo mi valor y te dije que quería hablar contigo, tú despreocupada me dijiste que fuera lo que fuera lo tendrían que oír tus amigas también.
Eran cinco las chicas que te acompañaban esa tarde de verano...
Con la cara roja, el corazón estrujado y el alma encogida, miré hacia tus pies y te dije:
- ¿Quieres ser mi novia?
Tú me reprendiste, me dijiste que eso no se hace en público que se dice a solas, en la intimidad; no alcancé a escuchar lo que seguiste diciendo, tus amigas se rieron con tanta fuerza que consideré apropiado alejarme corriendo como un loco de ahí.
¡Qué vergüenza sentía!
Al día siguiente no me animé a salir de mi casa, todavía sentía un fuerte calor en mis mejillas...
Decidido, una mañana después tomé un cuchillo cebollero y me rajé las venas en un lecho del arroyo. En verdad amor mío, quiero decirte que esto no me duele, sólo siento un leve mareo, mientras el agua se tiñe de rojo y en ese lento recorrer se me va la vida.
Atiné apresuradamente a escribirte esta nota que dejé bajo una piedra.
¡Ya me imagino la pena, el sufrimiento y la vergüenza que sufrirán tu y tus amigas al saber de mi muerte!
Sólo quiero decirles por última vez a tus compañeras y a ti , qu e la s per do n o . T e a m …
P.D. Este cuento continuará el próximo lunes…
NaCl-U-2
Remo.
Capítulo Uno.
Vivía yo en un pueblo pequeño, cuando te vi caminando por la calle que lleva al arroyo, me quedé prendado irremediablemente de ti.
Cierta vez reuní todo mi valor y te dije que quería hablar contigo, tú despreocupada me dijiste que fuera lo que fuera lo tendrían que oír tus amigas también.
Eran cinco las chicas que te acompañaban esa tarde de verano...
Con la cara roja, el corazón estrujado y el alma encogida, miré hacia tus pies y te dije:
- ¿Quieres ser mi novia?
Tú me reprendiste, me dijiste que eso no se hace en público que se dice a solas, en la intimidad; no alcancé a escuchar lo que seguiste diciendo, tus amigas se rieron con tanta fuerza que consideré apropiado alejarme corriendo como un loco de ahí.
¡Qué vergüenza sentía!
Al día siguiente no me animé a salir de mi casa, todavía sentía un fuerte calor en mis mejillas...
Decidido, una mañana después tomé un cuchillo cebollero y me rajé las venas en un lecho del arroyo. En verdad amor mío, quiero decirte que esto no me duele, sólo siento un leve mareo, mientras el agua se tiñe de rojo y en ese lento recorrer se me va la vida.
Atiné apresuradamente a escribirte esta nota que dejé bajo una piedra.
¡Ya me imagino la pena, el sufrimiento y la vergüenza que sufrirán tu y tus amigas al saber de mi muerte!
Sólo quiero decirles por última vez a tus compañeras y a ti , qu e la s per do n o . T e a m …
P.D. Este cuento continuará el próximo lunes…
NaCl-U-2
Remo.
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