04 agosto 2006

“…De Oaxaca yo he salido, Sandunga, Sandunga, mamá por Dios…”

Ciudad de verde cantera, que relumbra como jade, desde mi primer viaje en el año 2003 me enamoré de tus tradiciones, de tu cultura, tus iglesias, museos y mercados, pero sobre todo de tu gente.

En esa ocasión visité Monte Albán, Mitla, las Cascadas de Hierve el Agua, Atzompa, y Santa María del Tule. Saborear los chapulines, el tejate, las tlayudas, las memelas, el agua de chilacayote, la nieve de pétalos de rosa, el mezcal en sus variedades de cedrón, pechuga y minero, comer su mole verde, rojo, amarillo y negro hicieron mis delicias esa vez, sólo me faltaba la cereza en el pastel, asistir a la máxima fiesta de la mexicanidad: La Guelaguetza.

A pesar de los reiterados consejos de amigos y familiares de que me abstuviera de viajar a La Guelaguetza, me lancé a la aventura.

Cierto que el magisterio de ese estado amenazó con boicotear el evento, e incluso días antes de mi partida muchos accesos al cerro del Fortín fueron bloqueados, sin embargo se necesita mucho más que eso para hacerme desistir.

De inmediato tracé un plan alterno, aseguraría mi estancia el lunes 17, si las cosas se ponían feas, de inmediato al día siguiente me iría al Caribe mexicano, no era cosa de amargarme la vida.

La travesía inició el día viernes 14, durante 19 horas viajé hacia el Distrito Federal (muchos de ustedes saben la real aversión que siento por ese lugar), siempre he dicho que estoy dispuesto a cambiar mi domicilio a cualquier parte del mundo excepto a ese chiquero.

Desde que arribé me recibió el ensordecedor ruido de esa urbe, la vista no era agradable, puedo asegurar sin temor a equivocarme, que no hay cuadra libre de graffiti ni basura.

Al llegar a la central del norte, tuve una agradable sorpresa, de ese mismo lugar podía viajar yo a Oaxaca, sin necesidad de abandonar la Terminal y enfrentarme a un mar de gente con las peores intenciones y densas nubes de humo nocivo.

Llegué el domingo temprano a Oaxaca, de inmediato me instalé en el hotel Aurora que había reservado, al módico precio de $ 300.00 (trescientos pesos 00/100 M.N.) por noche, ese hotel en verdad es una belleza, descansé unas cuantas horas y me comuniqué con mi amigo Juan Carlos.

Quedé horrorizado, el centro histórico de Oaxaca, declarado por la UNESCO patrimonio de la humanidad, estaba destrozado, pintas de negro spray “engalanaban” el palacio de gobierno, la catedral y demás edificios y monumentos, los dizque maestros con pico y pala levantaron el piso del zócalo, hoteles y restaurantes cerrados porque quebraron debido a la falta de turistas, etc. No soporté ver más barbarie…

Juan Carlos y yo nos dirigimos al mercado de Tlacolula, mi desayuno fue delicioso, ahí se respira una paz enorme, de pronto una chica con una canasta se acercó y mantuvimos esta interesante conversación:

- Joven, ¿Compra chapulines?

- Claro, que sí, ¿Oiga, no se le hace que están muy chiquitos?

- Es que apenas están creciendo…

- Por lo visto estos ya no crecieron mucho.

(Risas de todos los que me escucharon), y es que la tradición indica que si uno quiere retornar en un futuro a Oaxaca, debe de comer chapulines enchilados.

Recuerden que las zonas arqueológicas y museos los domingos son gratis así que me di a la tarea de visitar la iglesia de Santo Domingo, en el museo anexo se encuentra mi pieza favorita, un cáliz tallado en cristal de roca, ahh… ¡Cómo me gustaría poseer esa pieza!, después de vencer la tremenda tentación de romper la vitrina que lo protege y salir huyendo de ahí, escuchamos música, una delegación de tehuanas bailaba en el atrio del templo.

Su traje típico, me encanta; sobre un fondo negro de terciopelo van bordadas flores coloridas, las tehuanas son demasiado elegantes, pues además utilizan joyas doradas que penden de sus cuellos, por si fuera poco los resplandores blancos en su cabeza las distingue de cualquier otra etnia del mundo.

Con gran garbo y orgullo de sus raíces zapotecas, las tehuanas ejecutaron sus típicos bailes, con una delicadeza y alegría que me trasportaron a otro mundo.

He de confesar que la vestimenta de esas mujeres me provoca los más sucios pensamientos y bajas perversiones, de inmediato bajé hacia el atrio y le solicité a tres tehuanas que posaran junto a mí, de reojo observé la mirada extrañada de sus madres y maridos que con recelo me dirigían. (Bueno, eso es lo que me pareció).

La cena se llevó a cabo en un tianguis, prácticamente devoré sendas empanadas de flor de calabaza y hasta trabé amistad con la dama indígena que ahí atendía, es una comida tan deliciosa la que ella me preparó, tanto que le prometí regresar otro día, sólo imaginen: sobre un comal de barro colocan una bola de harina de maíz, la expanden de manera circular, una vez cocida rellenan media tortilla con flores de calabaza y tiras de quesillo, para mí no existe manjar superior.

El lunes, armado de esperanza me dirigí a los accesos del cerro del Fortín, encapuchados garrote en mano nos impidieron la subida a turistas nacionales y extranjeros, al preguntar el porqué, sólo obteníamos gritos de:

- ¡No, hay fiesta!, ¡No hay fiesta!

- ¡Turistas go home!, (chida combinación de espánglish, ya saben español-english).

Entre burlas e insultos nos retiramos la mayoría de ahí, como mexicano me sentí mal con turistas internacionales.

Decepcionado, me dirigí al centro y al pasar por un restaurante, observé que a las nueve de la noche daban un espectáculo con bailes típicos de Oaxaca, reservé dos lugares, para mí y para mi amigo, acto seguido me fui en camión a Mitla.

Mitla (La ciudad de la muerte), junto con Bonampak en Chiapas constituyen mis zonas arqueológicas favoritas.

Las grecas de Mitla son realmente hermosas, no hay representaciones humanas, animales o vegetales en ellas, todo es un juego de geometría perfecta (me recuerdan un poco las mezquitas musulmanas en ese sentido), en un reducido espacio pueden apreciarse todavía fragmentos originales de sus códices, descendí por las cámaras subterráneas, que eran utilizadas como tumbas, lo bajo de los túneles lo obliga a uno a gatear un buen tramo.

¡Oh, Mitla!, ¿Habré tocado en una lejana vida tus abstractas grecas?, porque al pasar mis dedos sobre tu roja superficie, descargas de electricidad atravesaron la palma de mi mano.

Salí de ahí y me dirigí al templo católico, en él pude presenciar un extraño rito mitad pagano y mitad católico, dos hombres y dos mujeres indígenas de avanzada edad se encontraban hincados, mientras un anciano ¿Chamán? les realizaba una especie de limpia: frotaba cuatro veladoras en la cabeza de cada uno de ellos y a la vez los postrados besaban los vasos, elevaban los ojos al cielo, juntaban las palmas de las manos, se las llevaban al pecho y luego las subían a la altura de los ojos, luego extendían sus manos al cielo, sus oraciones eran en lengua autóctona, quizá en mixteco, con respeto presencié la ceremonia hasta que finalizó.

Me dirigía tomar el camión no sin antes pasar por la zona arqueológica “Del Arroyo”, ahí nuevamente la furia se apoderó de mí, esas construcciones se encuentran en el total abandono, no existe vigilancia, pero lo peor de todo es que se encuentra toda pintarrajeada con spray, es increíble la bestialidad de algunos mexicanos, ¡Si no les interesan esas ruinas arqueológicas que lo digan!, yo estaría dispuesto a llevármelas piedra por piedra hasta Chihuahua, ¡Cuánto no dieran los gringos por tener una zona arqueológica así!

Superado el mal trago, me encontré a una señora en el centro que vendía camisas tejidas a mano, aproveché la oportunidad para comprarme tres, una verdadera ganga de $ 30.00 (treinta pesos) cada una.

Con el ánimo por los suelos me fui a Santa María del Tule, quizá bajo su milenaria sombra me tranquilizaría un poco, aquí sus datos:

Nombre: Ahuehuete o sabino.

Edad: Más de 2,000 años.

Grosor: 58 metros.

Altura: 42 metros.

Peso: 636.107 toneladas.

Frente a este ser vivo uno como hombre se siente diminuto, recogí algunas de sus hojas caídas y las guardé celosamente de recuerdo, al salir a la plaza municipal vi un templete, curioso, indagué y ahí comenzó lo bueno:

Como La Guelaguetza no se hizo en Oaxaca, se iba a realizar una mini fiesta en ese lugar, sentado en primera fila vi los bailes de la costa ejecutados por indígenas chatinos originarios de San Miguel Panixtlahuaca, hombres y mujeres descalzos ejecutaban chilenas con música en vivo, no pude evitar recordar mis nueve años de bailarín de danza folcklórica.

Los chatinos comenzaron a repartir paliacates y tepache, cosa que alegró mucho a la concurrencia, después de unos cinco vasos de esa bebida hecha de piña me levanté de mi asiento a bailar “El Zopilote” y “La Zamba”.

Después de bailar los chatinos, tomaron el escenario las 32 chicas de Tuxtepec, nunca había presenciado la danza de “La flor de piña”, es un baile impactante, ejecutado sólo por mujeres, portan una piña en sus hombros, con sus coloridos huipiles realizan bellas coreografías, verlas bailar me puso la piel chinita de la emoción, cuando concluyeron su actuación tuvieron que repetir varias veces otros bailes porque el público se negaba a dejarlas bajar del escenario.

Medio mareado, subí al palco presidencial y me di el gusto de felicitar a los presidentes municipales de Santa María del Tule, de San Miguel Panixtlahuaca y Tuxtepec, por la excelente idea de haber organizado esa mini Guelaguetza, como turista podía sentirme satisfecho de haber estado en Oaxaca.

A las nueve de la noche arribé a Oaxaca, había quedado con mi amigo Juan Carlos de ir a cenar a “Casa Mayordomo”, donde presentaron los bailes más importantes de las regiones oaxaqueñas, creo que llegué al hotel a las cuatro de la mañana, totalmente feliz por haber tenido un día lleno de sentimientos encontrados y fuertes emociones.

El plan alterno tomaba forma, me comuniqué con mi amigo Leonardo que radica en Playa del Carmen, Quintana Roo quien de muy buena gana me ofreció hospedaje en su departamento, al día siguiente emprendí el viaje hacia el Caribe mexicano.

Oaxaca, hermoso estado de mi México, espero volver a verte en un futuro y quizás acompañado de Ka!, visitar el istmo de Tehuantepec.

“... Oh, tierra del sol, suspiro por verte…”

P.D. La vida nos da sorpresas y revanchas, miren si el destino no es noble conmigo; ya pende la publicidad de que entre Septiembre y Octubre de este año se va a llevar a cabo el segundo festival internacional de Chihuahua, ¡Y adivinen qué!: el invitado internacional es Italia y el nacional Oaxaca, ¡¡Bienvenidos hermanos!! Así que por mí los pseudo maestritos oaxaqueños se metieron su boicot por el * ¿Creen que no tengo motivos para estar feliz?


NaCl-U-2


Remo.

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