27 septiembre 2006

Sorbo matinal.

Hoy el agua que acostumbro beber por la mañana me supo distinta, no a dulce, no a salada, simplemente diferente.

Ayer por la tarde te tomé de la mano y en loca carrera te llevé por la vera de un camino hasta escalar un montículo, ahí a la sombra de un viejo sauce comencé a besarte como si fuera un poseso, como si no hubiera mañana, como si en ese beso se me fuera la vida.

No me detuviste ni mostraste extrañeza por mi furia pasional y continué como bestia salvaje mi viaje hacia el sur, pronto los botones de tu blusa saltaron escandalizados de su normalmente apacible lugar, mis rabiosas caricias buscaban succionarte la vida.

Abrí tu ser y te entregaste a mí en la posición que los antiguos hindúes llamaron de la enredadera, la tarde de pronto nos cayó encima y la lluvia comenzó a caer, al principio tibia, después fría y pertinaz, nada nos importó… y es que no hay cosa que me enerve más en este mundo que observar tu cabello húmedo recogido hacia atrás; me causaron celos el ver pasar subrepticiamente las gotas de lluvia por sobre tu frente y que descaradamente continuaron descendiendo después por tu cuerpo hacia abajo, al sur, siempre hacia el sur hasta detenerse asombradas por chocar contra mi pelvis que bruscamente les cortaba el paso y les impedía descender por esa ruta de tu cuerpo que se encuentra vedada a todos, menos a mí, ya en esos momentos ni las frescas gotas de lluvia lograban apagar el torrente que en mis venas hervía de excitación.

Ayer el viejo sauce, el soplo del cálido viento y las nubes lejanas fueron los mudos testigos de aquel acto de nuestra intimidad, y es por eso que hoy al paladear el agua que acostumbro a beber por la mañana me supo distinta, me supo diferente, me supo a gotas de ti.


NaCl-U-2


Remo.

0 Comentarios:

Publicar un comentario

Suscribirse a Comentarios de la entrada [Atom]

<< Página Principal