El frío.
A últimas fechas el frío se ha hecho sentir de una manera muy especial aquí en Chihuahua. Desde siempre me he declarado un acérrimo rival del frío (Bueno, más bien del frío con viento, que es muy diferente).
Mis familiares y amigos saben que un día nublado para mi representa tristeza. Es lo que llamo simplemente un día gris en toda la extensión de la palabra.
Me gustan los días lluviosos pero sólo si por la tarde sale el sol, si no al día siguiente me sentiré débil, sin ánimos.
A pesar de ello, me gusta mucho realizar excursiones a la Sierra Tarahumara, - el lugar frío por excelencia en estas latitudes - acompañado de varios amigos hemos incluso acampado en el lago de Arareco, en las aguas termales de Recowata, en la presa Peñitas, en la cascada de Basaseachi y en los veneros de Los Filtros.
Hemos puesto nuestra tienda de campaña en esos lugares incluso en el mes de Diciembre, cuando por lógica elemental el frío es más intenso con temperaturas de al menos un grado centígrado bajo cero dentro de la tienda; arropado correctamente lo he soportado muy bien, pero una cosa es que tolere al frío y otra muy diferente que me guste el viento helado.
Quizá mi aversión al frío sea producto de mi temor a enfermarme y es que en cuanto pruebo una bebida helada durante el invierno, mis anginas se ponen de mal humor: se esponjan, se erizan y empiezan a declararme la guerra fungiendo como estrictas supervisoras de comidas y bebidas y si por mala suerte están enojadas con algún alimento que estoy consumiendo, inmediatamente se irritan y me provocan un inmenso dolor de garganta.
Detesto estar enfermo, para evitarlo (Y muy a pesar mío) procuro tomar todos los días un jugo de naranja, utilizar bufanda, guantes y chamarra.
Yo que amo estar siempre en ropa ligera, me siento como un robot usando todo ese ropaje.
Lo más extraño del caso es que las ocasiones en que he estado expuesto al frío en la Sierra Tarahumara nunca me he enfermado, mis enfermedades no son campiranas, son citadinas. He meditado el caso y estoy seguro que la asquerosa contaminación que se produce aquí combinada con el viento helado es lo que afecta mis vías respiratorias gravemente.
El martes por la tarde el termómetro que tenemos en el local marcaba unos diez grados, el cielo estaba nublado y se sentía la humedad de un leve rocío que cayó durante la mañana. En esas condiciones el frío hasta llega a agradarme, porque el viento no hizo su aparición.
Y como les decía a mis amigos el miércoles por la mañana, el viento no me gusta y menos cuando las personas que lo provocan han cenado frijoles.
Na-Cl-U-2
Remo.
Mis familiares y amigos saben que un día nublado para mi representa tristeza. Es lo que llamo simplemente un día gris en toda la extensión de la palabra.
Me gustan los días lluviosos pero sólo si por la tarde sale el sol, si no al día siguiente me sentiré débil, sin ánimos.
A pesar de ello, me gusta mucho realizar excursiones a la Sierra Tarahumara, - el lugar frío por excelencia en estas latitudes - acompañado de varios amigos hemos incluso acampado en el lago de Arareco, en las aguas termales de Recowata, en la presa Peñitas, en la cascada de Basaseachi y en los veneros de Los Filtros.
Hemos puesto nuestra tienda de campaña en esos lugares incluso en el mes de Diciembre, cuando por lógica elemental el frío es más intenso con temperaturas de al menos un grado centígrado bajo cero dentro de la tienda; arropado correctamente lo he soportado muy bien, pero una cosa es que tolere al frío y otra muy diferente que me guste el viento helado.
Quizá mi aversión al frío sea producto de mi temor a enfermarme y es que en cuanto pruebo una bebida helada durante el invierno, mis anginas se ponen de mal humor: se esponjan, se erizan y empiezan a declararme la guerra fungiendo como estrictas supervisoras de comidas y bebidas y si por mala suerte están enojadas con algún alimento que estoy consumiendo, inmediatamente se irritan y me provocan un inmenso dolor de garganta.
Detesto estar enfermo, para evitarlo (Y muy a pesar mío) procuro tomar todos los días un jugo de naranja, utilizar bufanda, guantes y chamarra.
Yo que amo estar siempre en ropa ligera, me siento como un robot usando todo ese ropaje.
Lo más extraño del caso es que las ocasiones en que he estado expuesto al frío en la Sierra Tarahumara nunca me he enfermado, mis enfermedades no son campiranas, son citadinas. He meditado el caso y estoy seguro que la asquerosa contaminación que se produce aquí combinada con el viento helado es lo que afecta mis vías respiratorias gravemente.
El martes por la tarde el termómetro que tenemos en el local marcaba unos diez grados, el cielo estaba nublado y se sentía la humedad de un leve rocío que cayó durante la mañana. En esas condiciones el frío hasta llega a agradarme, porque el viento no hizo su aparición.
Y como les decía a mis amigos el miércoles por la mañana, el viento no me gusta y menos cuando las personas que lo provocan han cenado frijoles.
Na-Cl-U-2
Remo.
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