06 abril 2006

Valeria la Cameroncita Díaz.

- ¡Hola!, ¡Hasta que te dignaste visitarme!, ¿Cómo has estado? –me preguntó la hermosa Valeria muy sonriente.

- Bien, muy bien. –contesté, con un tono vacilante y nervioso.

- ¡Deberías venir más seguido a rentar películas!, ¡Así, te vería con mayor frecuencia, guapo! –me coqueteó abiertamente.

Elegí dos películas de acción sin dejar de sentir su mirada en mi espalda, me dirigí al mostrador, pagué y me despedí apuradamente de Valeria con un tímido, hasta luego.

Mis amigos tan pronto salieron del video club, me dijeron:

- ¡Se te duerme, compa!, ¡Estás hecho con esa nena! –dijo Humberto.

- Lo que pasa es que es muy joven para mí, tendrá que, ¿Unos 17 años? –pregunté muy serio.

- ¡No importa!, ¡Tú tienes con qué y ella tiene por dónde!, ¿Qué no? –insistió Humberto.

- Pero es menor de edad… -argumenté.

- No le saques, todos nos dimos cuenta que babea por tí, si te fijas bien, esa hermosura es igualita, sólo que más joven que Cameron Díaz. –concluyó Francisco.

Era cierto, Valeria tenía el cabello rubio, los ojos azules, la piel blanca, era toda una belleza en flor, pero era su parecido extremo a la actriz Cameron Díaz lo que a cualquiera enervaba y volvía loco.

- Bueno, la próxima vez que venga le pregunto su edad y la invito a salir. –lo dije más para que se callaran y dejaran de molestar.

- ¡Llégale o le llego yo! – dijo Édgar.

Un día se sucedió y por la noche tuve un sueño muy extraño, yo desesperadamente libraba una batalla con un dragón mientras que un hada presenciaba mi victoria.

Al tercer día, muy decidido fui a entregar las películas que había alquilado.

- ¡Hola!, ¿No se encuentra Valeria? –pregunté con curiosidad.

- ¿Qué no supo la noticia? –repuso el dueño del local.

- ¡No!, ¿Qué pasó? –contesté alarmado.

- Ayer en la noche, huyó de su casa con un hombre mayor que conoció aquí mismo, fue lo más conveniente para ella, tenía ya un mes de embarazo y su novio no se iba a hacer responsable de nada, así que mejor se dedicó a buscar afanosamente a un bobo a quien poder endilgarle el milagrito, espero que llegue a buen fin su estratagema.

Me quedé petrificado, nunca imaginé que bajo su dulce sonrisa y esa carita de ángel se escondiera la perversidad de una temible bruja.

(Pensando solamente al salir del video club): - ¡Fiú!, ¡De la que me salvé!, justo hoy que por fin había reunido el valor suficiente y venía a invitarla a salir.


NaCl-U-2


Remo.

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