17 mayo 2006

Mis cuatro fantásticos.

Durante la fiesta en donde celebrábamos el cumpleaños número sesenta y seis de mi madre, la plática con mi hermano Pedro de pronto giró a quienes considerábamos los más grandes hombres que hayan existido en esta tierra.

De inmediato yo enumeré cuatro por el orden cronológico de su nacimiento: Marco Polo, Leonardo Da Vinci, Julio Verne y Mahatma Gandhi.

Marco Polo.

Este incansable mercader, viajero y explorador veneciano, fue uno de los primeros hombres europeos en viajar hasta China, duró perdido diecisiete años recorriendo el lejano oriente hasta que retornó nuevamente a Venecia.

Desde que yo era pequeño y leí el libro de sus viajes, que él mismo le dictó a un escritor pisano durante su estadía en la cárcel de Génova, mi admiración por viajar y conocer el mundo como él lo hizo alguna vez fue adquiriendo tintes de obsesión y vicio.

Mi respeto por él aumentó al saber que al lugar que él iba, vestía y comía lo mismo que los naturales, sin pretender jamás siquiera suponer que su cultura europea era superior a la del país nativo que visitaba, (eso mismo intento yo hacer en cada viaje que realizo).

A Marco nadie de sus contemporáneos le creía cuando contaba las maravillas que había presenciado en oriente, -ese es tema para un texto aparte-, como por ejemplo, el uso de papel moneda, y el carbón en China, la utilización del petróleo con fines medicinales en Irán, la existencia de los tigres en Indonesia o de la estructura jerárquica del ejército mongol.

Incluso hoy todavía algunos escépticos ponen en tela de juicio su viaje, (vaya gente envidiosa), se les olvida un detalle muy pequeño pero significativo, él fue el primer hombre que dio a conocer en Europa un lejano reino oriental: Cipango, el cual no es otro que Japón dicho en chino, ¿Cómo podría alguien inventar personas, costumbres, en fin todo un país entero, si no hubiera puesto sus pies en él?, aún en su lecho de muerte sus familiares más cercanos le decían que se arrepintiera en secreto de confesión de las mentiras que había dicho, Marco Polo indignado ante tal sugerencia se negó contestando con su inmortal frase:

“¡No he contado ni la mitad de lo que vi!”.

Leonardo da Vinci.

Leonardo di ser Piero da Vinci, como era su verdadero nombre, fue un célebre escultor, pintor, ingeniero, arquitecto, técnico, anatomista, mecánico, músico, matemático, científico e inventor.

Se dice que era un ser tan privilegiado, como si en su cerebro habitaran al mismo tiempo diez hombres.

Al ser un hijo ilegítimo, nunca recibió educación formal, aprendió casi él solo a leer y escribir, al redactar lo hacía con la mano izquierda y su escritura la elaboraba también de derecha a izquierda, al no tener influencias literarias, todo su pensamiento lo desarrolló de una forma totalmente original, hoy se le considera un libre pensador en toda la extensión de la palabra.

Desgraciadamente muchas de sus obras se perdieron en el tiempo, sobreviven hasta hoy la célebre pintura “La última cena” –cuadro indispensable en cualquier hogar católico- y quizá la más famosa de todas sus pinturas: “La Gioconda o Mona Lisa”, que continúa intrigando a propios y extraños por su enigmática sonrisa.

En la parte superior de ésta bitácora puede apreciarse un fragmento de su obra monumental de anatomía llamada “El hombre de Vitruvio”, (La mera explicación del hombre de Vitruvio merece un texto aparte).

Sus obras escritas las detallaba con una escritura críptica, ajena a los conocimientos comunes de cualquier persona, algunos textos suyos tienen que ser leídos con un espejo para entenderlos, su celo por las observaciones científicas que realizaba era considerable.

Entre sus máquinas inventadas figuran, un tanque de guerra, una máquina voladora para un hombre (el actual parapento), armas de fuego, un helicóptero, y un engranaje que era parte de una calculadora –recordemos que estamos hablando de la época del Renacimiento, hace aproximadamente quinientos años-.

A través de sus anotaciones se han podido obtener algunas citas célebres, se aplica perfectamente una de ellas a su propia muerte, acontecida en plena corte del rey de Francia, se dice que el rey tomó en sus brazos su cabeza al momento en que Leonardo exhaló su último aliento, su frase inmortal es:

“Así como una jornada bien empleada produce un dulce sueño, así una vida bien usada causa una dulce muerte”.

Julio Verne.

Este gran precursor de la ciencia ficción, atrapó de manera inmediata mis lecturas en mis mocedades, no había libro que de él no quisiera leer.

Siempre he considerado a Julio Verne como un moderno Nostradamus que por evitar el escarnio público decidió plasmar en novelas supuestamente ficticias sus visiones futuristas (Esta teoría mía merece un texto aparte).

¿Cómo no considerarlo así?, si la NASA se basó en sus novelas “De la tierra a la luna” y “Alrededor de la luna” para llevar a cabo su misión espacial sesenta y cuatro años después de su muerte, con tal similitud que parecería que Verne era el encargado de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio de los Estados Unidos de América.

Que decir de su novela “Veinte mil leguas de viaje submarino” y “La isla misteriosa”, donde describe con una precisión exacta como debe construirse un submarino, el célebre Nautilus de su novela sirvió de base para la fabricación de cualquier otro submarino moderno.

El libro “Los quinientos millones de la begún” muestra los efectos devastadores de la guerra química, la moderna planificación urbana y los satélites artificiales y el libro “La misión Barsac”, describe a la perfección un rayo láser utilizado como arma.

Libros como “Cinco semanas en globo”, “Viaje al centro de la tierra”, “La vuelta al mundo en ochenta días”, “Miguel Strogoff”, “Un capitán de quince años”, “El rayo verde”, “Claudio Bombarnac”, “La jangada”, “La estrella del sur”, “Norte contra sur”, “Dos años de vacaciones”, “El testamento de un excéntrico”, “Las tribulaciones de un chino en China”, y “La caza del meteoro” (Una de las mejores comedias que he leído), constituyeron mis delicias infantiles y contribuyeron en mucho a que se me desbordara la imaginación y que yo me lanzara a escribir.

Sin embargo, ninguno de sus libros me gusta más que “El eterno Adán”, ahí da rienda suelta a sus fantasías o visiones futuristas; por principio de cuentas ubica esa novela en México, cuenta la desaparición de nuestra civilización y el resurgimiento de la raza humana desde la edad de piedra tomando como eje central el inicio de las religiones.

Mi frase favorita de él está tomada del libro “Veinte mil leguas de viaje submarino” y es:

“No necesitamos continentes nuevos, sino personas nuevas”.

Mohandas Karamchad Gandhi.

Mayormente conocido como Mahatma Gandhi que en sánscrito significa “alma grande”, es para mí más que un personaje histórico, mi maestro en muchos sentidos, debido sobre todo a su particular filosofía basada en la milenaria espiritualidad hindú, el valor y coraje por defender los valores de la no violencia, la resistencia pacífica, la desobediencia civil, la no cooperación y la utilización ante todo de la fuerza de la razón.

Estos hechos a la postre derivaron en la independencia de La India (Creo que debo incluir un discurso que realicé sobre él en 1994 como otro texto).

Su concepto personal de Dios era que éste existía únicamente en la verdad y el amor supremo, lo mismo se sentía hindú, budista, sikh, musulmán o cristiano, su tolerancia y aceptación de todos los credos era grandiosa y digno ejemplo de imitar.

Fueron los actos y pensamientos de este excepcional ser quienes más que enseñarme, me mostraron la guía a seguir por la ruta y el camino del agnosticismo ecléctico que actualmente practico del cual me ufano completamente -esta creencia mía, merece también un texto aparte-.

Paradójicamente, él que nunca utilizó la violencia, murió asesinado; una de sus más famosas e inmortales palabras son:

“No hay camino para la paz, la paz es el camino”.

Estos cuatro hombres universales constituyen mis héroes e ídolos, ningún otro desde mi muy personal punto de vista se les puede comparar ni mucho menos hacer sombra.

¡Ah!, ¡Ojalá poseyera yo tan siquiera la décima parte de su intelecto!


NaCl-U-2


Remo.

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