A mitad de semana mi amiga Lolita Bombón, me envió un mensaje por medio del correo electrónico y posteriormente me hizo una llamada telefónica para invitarme a salir junto con ella y Lucy. El plan era el siguiente:
El sábado, reunirnos a las nueve de la noche en un centro de espectáculos (Que debo confesar que no sabía de su existencia) llamado “Fiesta Mexicana”, en donde se presentan artistas del género grupero. De inmediato comencé a rememorar lo siguiente:
Hace ya quince años que fui junto con otros amigos a presenciar un concierto de “Los Tigres del Norte”, desde entonces no había vuelto a presenciar un espectáculo de música grupera, ni tantos pleitos entre borrachos al mismo tiempo. Cabe decir que en ese entonces me “disfracé” muy campiranamente, apoyado por mis amigos, prácticamente estaba yo irreconocible, sólo imagínense verme con sombrero, camisa y pantalón vaquero, cinto piteado, hebilla metálica como de medio kilo de peso y botas; aquello era de dar risa, me sentía sumamente extraño, pero debido a mi siempre rápida capacidad de adaptación después de una hora ya actuaba como todo un vaquero, en realidad ya había utilizado ese tipo de vestimenta, el ser durante nueve años bailarín de danza folklórica en algún momento dado me lo había exigido.
Así que tomé la decisión de acompañar a mis amigas aún a sabiendas de que no tenía a la mano la ropa que la ocasión ameritaba, me puse un pantalón de mezclilla una camisa “normal”, zapatos y mi rompevientos.
Eran alrededor de las nueve de la noche cuando le envié un mensaje por mi teléfono celular a Lolita diciéndole que tardaría unos cuarenta y cinco minutos en llegar, (Mi casa está en el otro extremo de la ciudad), que no me esperaran y que entraran a divertirse, que en cuanto llegara les avisaba. Me dirigí al periférico de la ciudad y en eso:
Ring, ring…
- Bueno
- Bueno, ¿René?, ¿Qué ondas güey?
- Hola, ¿Quién habla?
- Soy yo, Luis Fernando, estoy bien borracho, güey, vente a acompañarme, te quiero decir algo.
- ¿Dónde estás?
- En el bar del Hotel San Juan, no me falles, aquí te espero.
- Órale pues, voy para allá, pero nada más un ratito porque tengo un compromiso.
- Sí, nomás necesito que me hagas compañía un rato.
Llegué al citado bar, en el cual nunca antes había estado y me llevé una sorpresa mayúscula, es un bar muy pequeño, digamos una especie de rectángulo de 5 x 20 metros, del cual la barra ocupa una cuarta parte. Una vieja rocola tocaba canciones de Vicente Fernández, mientras que la “fauna” que ahí se mezcla es de lo más variada, en una mesa se encontraba una pareja comiendo hamburguesas, ambos de unos 45 años, la señora muy seria y el señor esmerándose por atenderla, enseguida otra pareja de fresitas de unos 20 años, ella fumando y él tomando cerveza, luego otra mesa de cuatro personas, puros chavos roqueros con chamarras de piel, cargados de cadenas y paliacates en la cabeza, en la barra dos jóvenes vaqueros conversaban animadamente de sus últimas conquistas amorosas, di un vistazo por el lugar y localicé a mi amigo en la barra que estaba muy serio, con la cabeza gacha y observando el número de burbujas que tenía su cerveza (O contándolas, no sé), me acerqué, y le di una palmada en la espalda.
- ¿Qué ondas?, ¿Qué traes Luis?
- ¡Qué bueno que viniste, necesito hablar con un amigo! ¿Qué te tomas?
- Pídeme una sol, déjame voy al baño y regreso luego, luego.
Al salir del baño, una chica extendió un pie con el único fin de que volteara a verla, la vi, le sonreí y me fui directo a la barra, ya bastante retrasado estaba para ponerme a coquetear con una chamacona, que por cierto estaba guapa.
Tomé mi asiento en la barra y ya me esperaba una caguama de cerveza, no le especifiqué a Luis que me tomaría una cerveza de tamaño pequeño, porque en realidad tenía prisa, pero ni modo, a lo hecho pecho, (Hasta eso que no le reclamé), comencé a servirme el extracto de cebada, mientras Luis Fernando me soltó todo el rollo de su decepción amorosa que traía y que no voy a reproducir aquí porque es algo confidencial.
¡A fuerzas!, ¿O ustedes creen que un hombre le habla a un amigo para que lo acompañe a un bar si no es porque quiere hablar de un malogrado amor?
A la izquierda de donde estaba yo sentado se encontraba un argentino que visitaba la ciudad y sus dos guías de turistas lo habían llevado ahí, ¡Ya ni la friegan!, hay lugares mejores para mostrar Chihuahua, y se les ocurre llevarlo a ese antrucho.
Luis Fernando y yo conversamos un buen rato, mientras me acababa mi caguama y que me suena ese característico tono del celular que corresponde a un mensaje escrito, lo leo y decía más o menos así:
“Hola, ¿Cómo estás?, estamos en la cervecería, acabamos de llegar de Cuauhtémoc, si no tienes nada que hacer, vente con nosotros, Te esperamos. Sonia”.
¡Chihuahua!, ¡Pero que ganas de invitarme a salir, cuando uno ya tiene un compromiso previo!, ya saben que si quieren que los acompañe avísenme antes, a últimas fechas mi agenda está sobrecargada de compromisos sociales, sé que suena a payasada, pero es la mera verdad. Y también saben que siempre estoy dispuesto a pasar un rato con quien me invite primero, después ya no puedo dividirme en dos y estar en tres o cuatro fiestas al mismo tiempo, no si bien lo dice el dicho: “Hay días en que nada el pato y días en que ni agua bebe”.
Me disculpé como pude con Sonia, proponiéndole que si iban a quedarse en la ciudad el domingo saliéramos a pasear, porque dejar el bar e irme a saludar a los Cuauhtemenses hasta la cervecería me quitaría cuando menos otra hora de tiempo. Luis Fernando terminó su relato y yo mi cerveza, volteo a ver el reloj y ¡Zas!, ¡Eran las 10:30 de la noche!
- ¡Ya me voy!- Espérate, ¿A dónde vas que más valgas?
- No te pongas necio, ya te había dicho que tenía un compromiso previo, las chicas van a estar preocupadas.
- Bueno, vámonos, total ya me desahogué.
- ¡Ora pues!
Nos levantamos de la barra para salir y ¿Qué creen?, la chica del pie extendido me lanzó una mirada y una sonrisa que invitaba a quedarme más tiempo en el lugar. Ni modo, otra vez será.
Salimos del bar y había una fila algo considerable para entrar, es que ese lugar es demasiado pequeño y se llena muy rápido, nunca me imaginé que fuera un lugar tan popular, lo peor es que los cadeneros sólo dejaron entrar a dos personas, ante la molestia de quienes aguardaban en el lugar.
Llegué a las 11:00 al “Fiesta Mexicana”, me estacioné, les avisé a mis amigas que ya había llegado para que me esperaran en la puerta, compré mi boleto y entré, después de la clásica revisión, alcancé a oír el altavoz que decía:
“Y ahora con ustedes, directamente desde Sinaloa, El Chapo”. Y la gente se puso como loca, gritos, aplausos y chiflidos, el local estaba lleno a reventar, entre tanta gente se me hacía una misión imposible ponerme a buscar a las chicas.
Afortunadamente las vi bajar de la escalera, me planté enfrente y nos saludamos, al tiempo que les explicaba el retraso de mi llegada, no quedaron muy convencidas y me dijo Lolita:
- Vámonos para arriba, allá es la zona VIP.
- Solté mi tradicional carcajada y sólo dije: O sea, o sea…
Más rápido que inmediatamente me lancé a la barra y compré tres cervezas, como ya venía yo medio alegre, me puse a bailar al ritmo de la banda sinaloense.
Debo decir que no me sabía ninguna de las letras de los cantantes que se presentaron, debido a que nunca había oído cantar a “El Chapo” o a “El Chalinilla”, pero eso era sólo lo que yo creía, porque a las primeras notas de “El Sinaloense”, “El Toro” y uno que otro tema de artistas viejitos me puse a cantar, (El sinaloense y el toro es música folklórica de Sinaloa y esas letras me las sé al dedillo, como no oiga si yo las bailé) me la pasé a todo dar, lo disfruté bastante.
Hay varias cosas que quiero destacar:
1.- Había muchas cositas ricas que ver.
2.-Increíblemente no hubo una sola pelea, los conciertos gruperos son famosos porque tanta testosterona junta no puede coexistir pacíficamente.
3.- La banda sinaloense musicalmente suena extraordinariamente bien.
4.- Los vocalistas son personas muy sencillas que permiten que sus admiradoras se suban al escenario, bailen con ellos y les planten tremendo besote en la boca, eso sí, no sé a que le habrá sabido el beso a la última de las chicas después de que “El Chapo”, besó a unas treinta mujeres antes.
5.- Al finalizar el baile-concierto, dijeron por el alta voz que si un tránsito nos detenía, sólo le dijéramos: “Sector 78” (Al parecer los administradores del “Fiesta Mexicana” sobornan a los tránsitos para que no detengan a nadie si encuentran a alguien manejando con aliento alcohólico.
6.- Había muchas cositas ricas que ver. Ah, perdón eso ya lo había escrito como punto número uno.
Y esta fue la crónica de lo que me ocurrió el sábado, también me hubiera gustado estar en el bar más tiempo con Luis Fernando, ponerme a ligar con la chica del pie extendido o irme a saludar a Sonia a la cervecería, pero no se puede tener todo en la vida, ¿Verdad? así que créanme, por más que he tratado aún no sé como subdividirme, lo he intentado, sí, pero aún no lo logro, si alguien lo sabe no sea egoísta y pase la receta.
NaCl-U-2
Remo.